lunes, 26 de mayo de 2008

El reloj del padre Bernardo: derrota para todos



En el año de 1996 el párroco de Aculco, Pbro. Bernardo Contreras, inició la construcción de un reloj público en el interior de la casa cural, que él deseaba se pareciera ni más ni menos que al de Polotitlán. Un hecho incomprensible y extraño, si consideramos que el antiguo reloj público de 1904 está apenas a unos treinta metros de distancia.

En aquel entonces presenté una denuncia ante el INAH por esta edificación, que no contaba con ninguna clase de autorización y dañaba al viejo convento, monumento histórico catalogado. La denuncia tuvo como primer efecto ganarme el odio de la gente que no supo distinguir entre mi intención de conservar el patrimonio histórico de Aculco y una supuesta oposición al sacerdote, a quien traté siempre con sumo repeto.

En fin, el INAH tomó cartas en el asunto y suspendió la obra. El padre, al irse del pueblo unos años después, cargó también con la maquinaria electrónica de su reloj, un gran beneficio para todo aquel que recuerde el sonido intenso y estridente del Ave María cada quince minutos.

Pero ni el padre Contreras cumplió con lo ordenado por el INAH, pues no demolió su torre, ni el INAH se ocupó en uso de sus atribuciones de demolerla. Vamos, que ni siquiera el Ayuntamiento, tan activo en otras cosas que no debería, ha intentado derribar el adefesio. Ahí permanece como mudo testigo de la decadencia de Aculco, de la derrota del padre Bernardo que no pudo concluirlo y de mi propio fracaso, pues diez años después de que debió eliminarse sigue ahí.

La bonita vista de la calle Juárez, la parroquia y el muro el atrio se demerita con la carátula del reloj del padre Bernardo y su horrenda torre asomando sobre las cornisas.

Lo que dice una puerta

A simple vista será difícil para el observador percibir que esta hermosa portada del siglo XVIII ha sido dañada. Y de seguro, alguno que la conoció pocos años atrás hasta opinará que está mejor que nunca. Pero no es así, esta portada, como tantos otros elementos arquitectónicos de Aculco ha perdido ya buena parte de su encanto gracias a vanas y bárbaras intervenciones que sólo ponen en evidencia la ignorancia de sus autores.
Esta portada, en primer lugar, cobijaba antiguamente, hasta los años 90, un bello portón de madera claveteada con una graciosa mirilla. El portón estaba en perfecto estado cuando se le retiró y fue vendido a alguien que lo supo apreciar mejor. En su lugar vemos ahora esta vulgar reja de hierro que intenta parecerse - sin lograrlo por supuesto - a las rejas con plomos del siglo XIX.
La piedra de una de las jambas también fue profanada. Obsérvese ese intento inconcluso por labrar una especie de cordón franciscano que se detuvo nada más llegar al dintel. Y para remate, todas las piedras han sido barnizadas, ignorando el autor que la cantera tratada de esa forma no puede respirar y terminará por quebrarse cuando acumule suficiente humedad. Al tiempo.
Esta portada está en el llamado Portal de la Botica, que perteneció a la hermosísima Casa de los Terreros, de la que ya prácticamente queda sólo el recuerdo.