martes, 28 de abril de 2009

Influenza


Del libro Ñadó. Un monte, una hacienda, una historia, de Javier Lara Bayón y Víctor Manuel Lara Bayón, de próxima publicación:

El de 1917 es recordado en la zona como “el año del hambre”, pues la falta de cosechas a causa de la guerra provocó una fuerte hambruna. Al año siguiente, las milpas se hallaban nuevamente sembradas en previsión de una situación parecida, pero entonces cobró fuerza la epidemia de influenza española que con facilidad arremetía contra los organismos ya debilitados por el hambre, por lo que muchas tierras quedaron sin cosechar, muertos sus dueños. Hay versiones que afirman que en la zona del Caxti, en tierras de la hacienda de Ñadó, fueron enterrados muchos de los fallecidos por esta epidemia en Aculco, que hasta noviembre de 1918 (tres meses después de su aparición) se contaban en 293 personas, cuando apenas comenzaban los fríos en la región (1).


(1) Parte del Ayuntamiento de Aculco al Jefe Político de Jilotepec. Noviembre 30 de 1918. Sección Policía. Archivo Histórico Municipal de Aculco.

jueves, 16 de abril de 2009

El acueducto de la hacienda de Ñadó

Arcos del acueducto, reforzados con rieles y durmientes portátiles de ferrocarril de tipo Decauville. Al fondo, la Peña de Ñadó.

Los sistemas antiguos de conducción de agua que existen en el municipio de Aculco -acequias, canales y acueductos- fueron casi sin excepción utilizados para llevar agua de riego (o más modernamente agua utilizada como fuerza motriz) hasta los puntos en que era utilizada, pero no para trasladar agua potable, que se extraía normalmente de pozos públicos (como el del Ojo de Agua) o privados, ubicados en los patios de las viviendas. Entre estos sistemas de conducción de agua, el más vistoso por sus características constructivas, aunque no el más extenso ni importante, es el acueducto que perteneció a la hacienda de Ñadó.



Este acueducto formaba parte del intrincado sistema de riego que partía de la antigua Presa de Ñadó y que servía principalmente para irrigar tierras de la hacienda del mismo nombre en la zona de la Loma del Caxthi, y tenía una longitud de más de seis kilómetros. Su parte más notable corresponde a las arquerías de piedra blanca que soportaban el canal en dos de sus tramos, cada uno de ellos de más de cien metros de longitud. Según Horacio Ramirez de Alba, autor que se ocupó de su estudio técnico en el libro La construcción en el Estado de México:

Cuenta con dos arcadas importantes; la que aquí se discute está localizada a un lado de la carretera Panamericana a un kilómtero del entronque a Aculco. Otro tramo de acueducto sobre arcos se encuentra aguas abajo, paralelo al camino hacia Aculco.
El acueducto está en uso y sirve a una zona de riego en una región donde tradicionalmente los habitantes son laboriosos y emprendedores
(sic, posible errata geográfica del autor, ironía o humor involuntario). El tramo de acueducto que aquí se trata consta de 27 arcos y un tramo soportado por losa de concreto armado, seguramente una modificación reciente. Se observan reparaciones y refuerzos. Siete arcos están reforzados con riel y durmientes metálicos, provenientes de una línea ferroviaria particular de una compañía maderera que operó en la zona.


Primer tramo del acueducto sobre arcos.



En efecto, ese primer tramo con arcos corre de sur a norte y se localiza en la inmediaciones del Jacal de Ñadó, paralelo y a unos metros de la carretera Panamericana. Tiene una longitud total de más de 318 metros, aún cuando el tramo soportado por arcos es de sólo poco más de 130 metros. Sus arcos, de forma ligeramente elíptica y radio cercano a 1.75 metros, alcanzan la mayor altura de todo el conjunto en su parte central, poco menos de 5 metros. Como se puede observar en la imagen, los arcos y pilares están construidos, ya lo hemos mencionado, en piedra blanca, mientras que las paredes del canal son de otro tipo de piedra más oscura y menos común en la zona. En el punto en el que no existen arcos, sino la losa de concreto mencionada arriba, parece haber existido un sifón. Sobre los rieles que refuerzan el intradós de siete de sus arcos y que actúan como cimbra permanente, mencionaremos que pertenecieron a la vía angosta portátil (sistema Decauville) del ferrocarril Cazadero - Solís. Según los libros de contabilidad de la hacienda de Ñadó, en 1914 se destinaron 196.83 pesos a la construcción o reparación de este acueducto. Uno solo de sus arcos, reconstruido en enero de 1915, tuvo un costo de doce pesos.

Segundo tramo de acueducto sobre arcos.

El mismo tramo como se encontraba en 1973.

El segundo tramo sobre arcos del acueducto de Ñadó se encuentra paralelo al camino que comunica a Aculco con la Carretera Panamericana y su disposición es prácticamente perpendicular al anterior, pues corre de poniente a oriente. Aunque su longitud es mayor (cerca de 170 metros), sus arcos de medio punto tienen una altura menor.



Este acueducto, aún en uso, está incorporado en el catálogo de Monumentos Históricos del INAH (clave 18003001) con el nombre de "Acueducto Arcos de Aculco", nombre sacado de la manga ya que nunca ha sido nombrados así por la gente del lugar, que cuando mucho se referirá a él -genéricamente- como "los arcos". Ha sido incluido, además, en dos publicaciones: la ya citada La construcción en el Estado de México (El Colegio Mexiquense, 1991), de Horacio Ramírez de Alba (acompañado de un par de dibujos, uno técnico y otro artístico) y el mucho más reciente El agua, ciclo de un destino, publicado en la Colección Mayor de la Biblioteca Mexiquense del Bicentenario (2007).

lunes, 6 de abril de 2009

Cráneo y canillas



Es San Pedro Denxi el pueblo más remoto del municipio de Aculco, pues se sitúa cerca de 25 kilómetros al noroeste de la cabecera municipal, en el extremo de esa especie de península que forma el mapa de esta entidad al introducirse en territorio del estado de Querétaro. De él lo separan dos grandes barrancas: la que lleva el nombre de Cañón de Aculco (que en esta zona alcanza su mayor profundidad), y el cauce del Arroyo Zarco. Al unirse las corrientes que avanzan por el fondo de estas barrancas, se forma el Río de San Juan, que da nombre a aquella ciudad queretana.

San Pedro Denxhi (a la derecha) en un plano del año de 1732.

Hasta hace muy pocos años sólo se podía llegar a este pueblo a través de un largo y desolado camino de terracería. El abandono en el que mantuvieron a San Pedro las autoridades aculquenses fue el causante de que en 1932 sus habitantes solicitaran formalmente su anexión al municipio de San Juan del Río, Querétaro, sin que se les hicieran el menor caso.

Vista posterior de la capilla de San Pedro.

Como todos los pueblos antiguos de la jurisdicción de Aculco, el centro de San Pedro está señalado por su capilla y el resto de los inmuebles tiene un patrón de distribución disperso. El templo guarda semejanza con otras capillas de la zona: una nave, cúpula, torre al lado izquierdo de la fachada principal, con la particularidad de que su portada del siglo XVIII (ejecutada en cantera morena como las casas antiguas de San Juan del Río) es una de las más bellas de este grupo de edificios. Por supuesto, la capilla de San Pedro tiene un gran atrio con su cruz. Al frente de este atrio se encuentra la plaza del pueblo y es a ella a donde nos dirigiremos ahora.

Vista satelital de San Pedro Denxhi.

Parece haber sido costumbre en los pueblos de la Provinicia de Jilotepec colocar cruces, independientes de las cruces atriales, en medio de las plazas que se ubicaban al frente o a los costados del templo principal de la localidad. Por ejemplo, la Plaza Juárez de Aculco, al sur del atrio de la parroquia, llevó antiguamente el nombre de Plaza de la Cruz seguramente porque en ella se hallaba un monumento semejante. Desafortunadamente son pocos los ejemplos que quedan, pues el afán de embellecimiento de esos espacios abiertos y su secularización los hicieron desaparecer. Pero no sucedió así en San Pedro Denxhi, pues en su plaza permanece una interesante cruz que da motivo a este post.

Vista de conjunto de la cruz de la plaza de San Pedro.

La capilla de San Pedro cuenta por supuesto con una cruz atrial, muy sencilla, por lo que no resulta plausible pretender que ésta es también una cruz atrial. Sin embargo, comparte muchas características con este tipo de monumentos: su pedestal de mampostería encalada con dos cuerpos (el primero en forma de prisma y el segundo piramidal), el pequeño nicho cuadrangular en la cara principal, común a las cruces atriales de raíz otomí.

Cara anterior de la cruz.

La cruz propiamente dicha, elaborada en piedra, es de dimensiones pequeñas, brazos y tronco de sección poligonal y extremos adornados. Pero lo que llama más la atención en esta cruz es su pedestal, único en el municipio de Aculco, formado por un prisma de poca altura con la leyenda "ABE MA. PMA" (Ave María Purísima) y una piedra casi ovoide que lleva labrada una calavera y dos pares de canillas cruzadas a sus lados.

¿Qué representan estos relieves? Según la Enciclopedia Católica:

Existía la tradición, usual entre los judíos, de que el cráneo de Adán, confiado después por Noé a su hijo Sem y por el último a Melquisedec, fue depositado finalmente en el lugar llamado, por esa razón, Golgotha. Los talmudistas y los Padres de la Iglesia eran conscientes de esta tradición y sobrevive en los cráneos y huesos puestos al pie del crucifijo.

Detalle de la calavera de Adán y las canillas cruzadas.

Es decir, el cráneo y los huesos de esta cruz representan la osamenta de Adán, y por lo tanto, su pedestal simboliza el Gólgota o Calvario (del latín calvaria, calavera), donde fue crucificado Jesucristo.

ACTUALIZACIÓN, 8 de febrero de 2012

Ahora, el pedestal de la cruz de San Pedro Denxhi ha sido pintada en color crema y remarcadas en negro las cuencas de los ojos de la calavera, las canillas cruzadas y las letras. Este tipo de monumentos usualmente estaban pintados en tiempos virreinales, por lo que no constituye ningún atentado el devolverles su color. Sin embargo, para ello debe usarse pintura a la cal (lo que es poco probable que en este caso haya ocurrido), que permita a la piedra "respirar". De otro modo, es posible que la humedad acumulada en su interior provoque su ruptura.

miércoles, 1 de abril de 2009

La cruz atrial de San Lucas Totolmaloya



San Lucas Totolmaloya es una localidad muy pequeña, dispersa, situada al poniente del pueblo de Aculco y dentro de su jurisdicción. Es, junto con los pueblos de Santiago Toxié, San Pedro Denxhi y La Concepción, uno de los reductos de la etnia otomí en nuestro municipio.

San Lucas Totolmaloya en un plano de 1611.

Este poblado posee una hermosa capilla con bóveda de cañón y cúpula, en la que se pueden observar algunos de los elementos ornamentales más interesantes de la época novohispana en Aculco. Es el caso, por ejemplo, del par de remates de los extremos de su fachada, con sendos relieves en los que aparece un toro, símbolo del evangelista San Lucas. O, más importante aún, su cruz atrial.

La cruz atrial de la capilla de San Lucas Totolmaloya se levanta sobre un pedestal de mampostería de aspecto primitivo, muy parecido al de numerosas cruces atriales del siglo XVI, como la del convento (hoy catedral) de Cuernavaca. Consta de un primer cuerpo en forma de prisma cuadrangular, sobre el que se construyó otro prisma de menor tamaño, en cuyas esquinas se levantan cuatro almenas, y sobre él un tercer cuerpo piramidal trunco.

Vista de conjunto de la cruz atrial.

Colocada sobre este pedestal se encuentra la base de la cruz, que muestra en sus cuatro caras decoración foliada con cruces al centro y un gracioso achaflanado en los dos vértices que miran hacia la fachada del templo. Encima de esta base se desplanta la cruz, monolítica, que lleva en el palo vertical, cerca del arranque, dos elementos curvos de aspecto vegetal que recuerdan algunas representaciones del maíz en los códices indígenas e incluso a la famosa cruz foliada de Palenque. A esta semejanza contribuyen también los remates en forma de penachos o plumeros en su cúspide y travesaño.

Cara anterior de la cruz atrial.

En la parte del palo vertical que toca con la base, se observa un relieve en forma de pequeños arcos contiguos y sobrepuestos, con aspecto de "panal de abeja". Esta ornamentación puede estar relacionada con la forma de representar el vocablo altépetl/andehentoho (literalmente agua-cerro, con el significado de "poblado") en los códices prehispánicos y coloniales, o bien con la representación de los granos del maíz. Las caras principales de la cruz muestran labrada en bajorelieve una cruz inscrita, con su propio pedestal. Al centro de esta cruz inscrita, en la cara que mira hacia la capilla, se labró un extraño símbolo en forma de estrella de cuatro picos, con un círculo en cuyo interior se despliega otra circunferencia formada por "puntos".

Cara posterior de la cruz atrial.

En nuestra opinión, esta cruz no data del Siglo de la Conquista (aunque en ese mismo pedestal pudo haber existido una cruz atrial anterior), sino más probablemente del siglo XVIII, ubicándose en el contexto del "barroco tequitqui" o "barroco otomí" al que pertenece la mayor parte de las obras del virreinato que sobreviven en Aculco. En de subrayarse su gran sabor indígena, que en su caso no lo dan solamente las proporciones o la calidad del labrado de la piedra, sino también la presencia de elementos significativos que, intencionalmente o no, nos remiten vivamente a la glífica de raíz prehispánica. Una interpretación más atrevida podría concluir que, al mostrar al "árbol de la cruz", el autor otomí de esta escultura terminó por representar al maíz, la planta más importante del universo indígena, en un sincretismo que sin duda merece un estudio más profundo.