viernes, 23 de octubre de 2009

Bestiario aculquense III

Continuación de Bestiario aculquense I y Bestiario aculquense II.

¿Leones guardianes, monos o demonios?

Hace algunos meses platicamos muy extensamente acerca de las mutilaciones que ha sufrido la interesante Casa de los Terreros hasta dejarla casi irreconocible. Al hablar de sus interiores, nos referimos al par de figuras zoomorfas que adornaban la base de un par de las columnas de su corredor.

Vist antigua del corerdor de la Casa de los Terreros. En primer plano, una de las bases adornadas con figuras zoomorfas.

Aunque no descartamos la posibilidad de que representen monos o de "demonios" -como decía el antiguo propietario de la casa-,como apuntamos entonces muy probablemente se trata de "leones guardianes" o leones Fu, de procedencia china, que se creía tenían poderes protectores y por ello eran colocados al frente de templos, tumbas, oficinas y casas en su región de orígen. En el arte de la Nueva España fueron relativamente abundantes y llegaron, como muchas otras influencias orientales, a través del Galeón de Manila.

Figura del lado izquierdo.

Figura del lado derecho.

Quizá conservaron ya en estas tierras su significación protectora; en este caso, parecen guardar la entrada a lo que fue el principal de los aposentos de la casa: la sala.

Par de columnas en cuyas bases se encontraban las figuras zoomorfas.

Por cierto, la portada de esta sala ostentaba otro par de figuras animales: dos águilas bicéfalas que se ubicaban en la prolongación de las jambas hacia su cornisa. Lamentablemente no llegué atomar una fotografía detallada de ellas y ahora, dado el grado de alteración de la casa, es posible que no existan más.

En esta mala fotografía apenas son distinguibles los relieves que representaban águilas de dos cabezas, en la portada de la sala de esta casa.


Pez de obsidiana

La naturaleza de esta pieza es esencialmente distinta al del resto de las que aparecen en este bestiario. No se trata de un elemento escultórico-arquitectónico como el resto, sino más bien un artefacto. Representa un extraño pez de obsidiana de más de 40 centímetros de longitud, cuya cabeza se prolonga como para representar un pez espada o quizá un tiburón, y que posiblemente fue utilizado como cuchillo.



Se presume que es de origen prehispánico, pues fue hallado entrerrado en tierras de cultivo muy cerca de los "mogotes" o restos de construcciones prehispánicas que se encuentran en las inmediaciones del pueblo aculquense de La Concepción. Desconozco quién es su propietario ya que, aunque la pieza estuvo expuesta en la Casa de la Cultura de Aculco en 1997 -ocasión en la que le tomé ésta y otras malas fotografías- no me quisieron informar en esa institución de quién se trataba, porque les había pedido que guardaran su anonimato.

Fotografía del pez tomada por el Profr. Gustavo Ángeles.

Sin duda es una pieza extraordinaria, uno de los pocos vestigios notables de los tiempos prehispánicos en nuestro municipio y merece un estudio profundo.


Gallos de la pasión

Fue muy frecuente en los siglos del Virreinato el adorno de las cruces -cuando su tamaño lo permitía- con las figuras alusivas a la Pasión de Cristo: los tres clavos, el INRI, las pinzas, la escalera, la columna, la lanza, la bolsa con las 30 monedas... y, por supuesto el "gallo de la Pasión", aquél del que habló Cristo cuando le aseguró a San Pedro que antes de que cantara tres veces, él lo habría negado dos.



Entre los gallos de la Pasión labrados en las cruces aculquenses, quizá el de mayor tamaño es éste, que pertenece a la cruz atrial de la capilla de Nenthé (a orillas de Aculco). Pese al desgaste de la piedra después de cuatro siglos a la intemperie, aún se puede apreciar la ingenuidad con que fueron tallados su cresta, pico, patas y las plumas de su cola.

Pero para ver gallos de la Pasión verdaderamente interesantes, tendremos que desplazarnos unos kilómetros hacia el poniente, al pueblo hoy queretano de San Ildefonso Tultepec. Este poblado dependió desde tiempos antiguos de Aculco (en su calidad de ayuda de parroquia de Jilotepec) hasta que, a mediados del siglo XVIII, al formarse la nueva parroquia de Amealco tomando territorio perteneciente a San Juan del Río y Aculco, quedó definitivamente separada.

El edificio de la actual capilla de San Ildefonso es algunos años posterior a esa separación, por lo que no forma parte -estrictamente hablando- de la historia y el arte aculquense. Pero no sucede lo mismo con los restos del antiguo templo: en efecto, empotrados en la barda atrial se encuentran abundantes piedras labradas que, según documentos hallados por Víctor Manuel Lara Bayón, corresponden a la vieja capilla y por lo tanto sí se les puede considerar como parte del ciclo aculquense.

Relieve procedente de la antigua capilla de San Ildefonso Tultepec, empotrado en la barda del atrio de la capilla actual. Se remonta a tiempos en que San Ildefonso dependía del convento de Aculco, lo que demuetra el cordón franciscano que lo rodea.

Entre estos vestigios se encuentran precisamente un par de representaciones del gallo en sendos bajorrelieves en los que aparece la cruz y algunos otros símbolos de la pasión.

Primer gallo de la Pasión de San Ildefonso Tultepec.

El primero de estos gallos de la Pasión es muy pequeño, labrado con sencillez y casi oculto por las muchas capas de pintura que cubren la escultura. Por la longitud de su cola y forma de la cresta, podría ser tomado más por un pájaro carpintero u otra ave que por un gallo.

El interesante relieve que contiene el segundo gallo.

El segundo gallo, por el contrario, es una pieza de verdadera importancia. Lo primero que llama la atención es su gran tamaño, ya que ocupa por lo menos una cuarta parte del relieve que lo contiene. Aparece con las alas desplegadas formando graciosas curvas, con una pata apoyada en el piso y sosteniendo algo, al parecer, con la otra. Su gran cola y su copete parecen los de un pavorreal.Su cuerpo está cubierto de incisiones que representan plumas. Es sin duda, un relieve que merece un estudio más detallado, aunque ahora tengamos que limitarnos sólo a señalar su existencia.

Detalle del segundo gallo de la Pasión de San Ildefonso Tultepec.


El jaguar de San Ildefonso



Y ahí mismo, en San Ildefonso Tultepec se encuentra una de las figuras zoomorfas más intrigantes de la región: un jaguar. Aunque es más difícil asegurar que esta pieza que se remonta a los tiempos en que este pueblo dependía de Aculco, no quisimos dejarlo fuera precisamente por su rareza. Y lo sorprendente es que, al parecer, no es la única representación de un felino en dicha capilla.

Lápida al lado izquierdo de la entrada al atrio de la capilla de San Ildefonso Tultepec.

Como se puede apreciar en esta lápida, colocada al lado izquierdo de la entrada al atrio y que al parecer también reproduce algunos símbolos de la pasión, a la derecha hay una figura muy desgastada que podría interpretarse como un león rampante, ya que son distinguibles sus fauces, el nacimiento de sus patas, su cola y, si la vista no nos engaña, su melena. Pero obsérvese también que el cuerpo está cubierto con marcas circulares que parecen representar manchas como las de un jaguar.

El segundo jaguar, o tal vez león.

Al lado opuesto de la cruz existió otra figura que en algún momento y por razones desconocidas, parece haber sido eliminada.


Los que faltan

Hasta aquí llega, por ahora, nuestro Bestiario aculquense. Por supuesto, hemos dejado fuera algunas representaciones zoológicas de nuestro municipio debido a que no forman parte del cuadro que hemos querido esbozar, ya sea por su material (como la chapa de hierro en forma de serpiente que alguna vez pertenció a la Casa del Volcán o las águilas bicéfalas de la chapa de la Casa de los Alcántara Terreros), por su poca antigüedad (como el Oso Bueno, o la ridícula cabecita de León que el Ayuntamiento colocó en la fuente del Ojo de Agua) o simplemente porque no contamos con una foto de ellos, ya sea que hayan desaparecido (es el caso de los pilares con lagartos que tuvo la prácticamente desaparecida Casa de los Mondragón, en la calle Manuel del Mazo) o que aún existan.

Agradezco a Víctor Manuel Lara Bayón el haberme proporcionado buena parte de las fotografías que aparecen en esta serie de posts.