miércoles, 22 de diciembre de 2010

El Faro

El portal de El Faro



Con el nombre de "El Faro" -por la tienda que albergaba en sus accesorias- pero también como la casa de don Domitilio Alcántara o más recientemente de don Gonzalo Ruiz (en cuya descendencia aún se conserva), se conoce a la casa que se encuentra el la esquina de la Plaza de la Constitución y Plazuela José María Sánchez y Sánchez. Se trata de un inmueble formado por construcciones de diversas épocas que se fueron yuxtaponiendo, si bien su aspecto exterior, bastante homogéneo, quedó definido a principios del siglo XX. Su parte más antigua, empero, se remonta al siglo XVIII y debió ser en ese entonces una casa de importancia, ya que conserva vestigios como la hermosa portada barroca del cuarto esquinero.



Fachada con ventanas tapiadas hacia la plazuela José María Sánchez y Sánchez.



Cubo del zaguán de la puerta que da hacia la misma plazuela.



Según parece deducirse de diversos documentos del archivo municipal, esta casa era originalmente más reducida, pero las autoridades le permitieron ocupar un espacio de la plaza José María Sánchez y Sánchez, frente a la Casa del Puente, en el que existía un socavón utilizado sólo como basurero. Ello redujo naturalmente las dimensiones de la plaza y dio al portal de la Casa del Puente el carácter de pasadizo hacia la Calle de Iturbide que originalmente no tenía. La casa de El Faro ganó así regularidad en sus tres fachadas. Al interior del inmueble, en cambio, la articulación de espacios se hizo todavía más extraña, aunque en términos generales sus principales habitaciones se distribuían alrededor de dos espacios abiertos: un pequeño patio irregular al sur y un pequeño patio porticado más antiguo al norte.



Al fondo, la casa de El Faro en la década de 1960. Nótese su cubierta a un agua que fue modificada en 1974.



Uno de los pilares de la casa en este detalle de una fotografia de la década de 1930. Nótese que la casa mostraba sus muros de piedra aparente.



La casa desde la torre de la parroquia en 1959. Aquí ya muestra sus acabados de colro rosado con los que llegó hasta el año de 1974.



El cuerpo principal del edificio lo forma el área de accesorias, como corresponde a un edificio con vocación comercial. Los vanos de estas accesorias están exornados con portadas de cantera rosa con jambas y dintel dentado, ligeramente curvo este último, y clave resaltada. Por el lado de la plazuela José María Sánchez existe un acceso para carros que, aunque comparte el reslte en la clave, está hecho de otro tipo de cantera. Por el lado de la Plaza de la Constitución existe una pequeña portada de piedra muy sencilla en el mismo plano de las otras, y la portada barroca que ya mencionamos arriba en el pequeño cuarto que se prolonga unos metros hacia el oriente. En este costado existe un portal con cuatro columnas de mampostería de cantera blanca a las que en 1974 se les agregaron las lamentables molduras de ladrillo para uniformarlos con los portales de la Casa de los Lara Mondragón y de El Triunfo. En esta época también, se modificaron las cubiertas de las accesorias, de modo que se formó una techumbre de teja de dos aguas donde antiguamente era de sólo un agua.



Portal de la casa hacia la Plaza de la Constitución.



Al interior de la accesoria principal existe el único mueble de tienda antiguo que se conserva en la Plaza de la Constitución de Aculco y posiblemente el último en uso en todo el pueblo. De una gran senzillez, su principal adorno es la balaustrada que lo corona.



Detalle de una de las portadas dentadas de principios del siglo XX.



Interior de la tienda.



Portada del siglo XVIII que mira hacia la Plaza de la Constitución



Si bien el exterior de la casa de El Faro luce impecable y la instalación de nuevos comercios ha respetado los antiguos vanos en sus dimensiones e integridad, el interior del edificio (con excepción de las propias accesorias) se halla en un estado próximo a la ruina. Algunas zonas, como el segundo patio, se encuentran totalmente invadidas por la maleza mientras una buena parte de las habitaciones han perdido sus techos de teja. Grandes hoyos se advierten en las cubiertas aquí y allá, sin que se perciba la mínima intención de repararlos o, por lo menos, detener el deterioro. Si esta situación se prolonga durante más tiempo, seguramente en pocos años restará de esta casa poco más que su fachada.





Dos vistas del deterioro de las techumbres de teja de esta casa. Se observan también algunos vestigios del color que mostraba en su fachada hasta la remodelación de 1974. En la foto inferior, al fondo, el caos arquitectónico de las casas construidas en las últimas dos décadas en la Calle de Abasolo.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Dos bancas del siglo XIX... y otras de éste

Una banca civil



Antaño, era común ver en las casas de Aculco una banca colocada junto a uno de los muros del cubo del zaguán. Esta banca servía generalmente como una especie de recibidor, donde tomaban asiento las visitas ocasionales a las que no era necesario dar un trato más formal que requiriera atenderlas al interior de la casa. En los pocos días calurosos de los meses de abril y mayo, eran utilizadas también por algún vecino que, agotado por el sol, tomaba un momento de reposo en ellas, pues entonces las puertas de las casas de este pueblo permanecían abiertas en el día, sin temor de sus dueños a sufrir algún robo o intrusión.



Como tantas otras costumbres aculquenses, la de colocar una banca en el acceso principal de las casas terminó por perderse. En algunas ocasiones, las viejas bancas simplemente ya no fueron reparadas o sustituidas por otras nuevas. Otras veces fueron retiradas para permitir la entrada de automóviles y relegadas a los corredores de las casas, o al olvido. Por fortuna, todavía se pueden hallar, aquí y allá, ejemplos de esos muebles, todos ellos de factura muy variada: desde el simple banco de tres piezas de madera sin resplado hasta la sólida y más elaborada banca del siglo XIX que mostramos aquí.



Esta banca se encuentra en una de las casas de la Plaza de la Constitución y está elaborada en algún tipo de madera inmune a la polilla. Aunque es sin duda más sólida que hermosa, su constructor le agregó un toque de gracia en la balaustrada que forma el respaldo. Su técnica es mixta, ya que en parte tiene ensambles con espigas en su respaldo y patas, pero algunas otras de sus partes (como el asiento) están unidas o reforzadas con clavos de hierro. Originalmente era quizá unos diez centímetros más alta, pero sus patas fueron recortadas en la década de 1960. Entonces perdió la chambrana original, que sólo muchos años más tarde fue reemplazada por la chambrana actual unida con tornillos y de calidad inferior. El mueble mide cerca de dos metros de largo.


Una banca religiosa



Aunque hoy en día nos parezca extraño, las iglesias eran antiguamente escasas en bancas o cualquier tipo de asiento para los feligreses (aunque, por supuesto, existieron magínficas sillerías de coro, sillones y misericordias utilizadas por los clérigos). Durante el culto, los asistentes permanecían generalmente de pie o de rodillas, sin otra cosa para mitigar su incomodidad que los habituales pisos de madera de mezquite. Las largas bancas apostadas en toda la nave sólo se generalizaron después de la segunda mitad del siglo XIX y, como es posible advertir en cualquier visita a un templo antiguo, aún los ejemplos de esa centuria resultan escasísimos. De ahí la importancia de la banca que aparece aquí, ubicada actualmente en uno de los salones de la planta baja del antiguo convento de Aculco.



En su estructura, la banca es muy parecida al ejemplo "civil" reseñado líneas arriba: la construcción de sus patas es prácticamente idéntica, si bien por su mayor longitud (cerca de dos metros y medio) se le agregó un refuerzo que, curiosamente, no está centrado, y la razón de ello parece hallarse en una grieta en el asiento que debió forzar al carpintero a colocarla ahí. Pero la diferencia principal se halla en su respaldo, que no está formado por una balaustrada sino por un gran tablón sujeto por clavos de hierro. Esto le da un aire de gran austeridad que hace casi parecer frívola a la otra.


Una banca charra

Y charra en varios sentidos. En primer lugar, por el uso de herraduras de caballo soldadas para formar sus patas, pero también en el de la tercera acepción del Diccionario de la Real Academia: de mal gusto.

Siempre me ha parecido que utilizar piezas rústicas o antiguas fabricadas con determinado fin para construir nuevos objetos o elementos con una finalidad muy distinta es lamentable. Me refiero a cosas como ruedas de carreta incorporadas a ventanas o formando candiles, herraduras de caballo o yugos usados como percheros, etcétera. Estas bancas se avienen al tipo de artesanía rústica y chabacana que nos suele regalar aquellos ejemplos.

En fin, estas bancas del "Aculco que es", colocadas además en un sitio muy visible, frente a uno de los edificios más emblemáticos del pueblo, la Casa de Hidalgo, son muestra fehaciente de la pérdida del gusto común a nuestros tiempos, sobre todo al compararlas con las anteriores, las del "Aculco que fue". No faltará quien me diga que difícilmente podrían haberse copiado bancas como las antiguas para colocarlas en un portal público, y bastante razón llevará en ello. Pero aún así, tal consideración no contradice lo evidente para todos: la fealdad, ramplonería y cursilería de estas vigas con patas.

Fotografía cortesía de Benjamín Arredondo.

ACTUALIZACIÓN: 2 de enero de 2012

Pero para bancas charras qué mejor que ésta, a la que sólo le falta lanzarse a bailar un jarabe, ubicada también en el portal de la Casa de Hidalgo:

domingo, 5 de diciembre de 2010

De cómo joder una plaza

Se luce como un logro lo que es una pérdida.

Cátedra magistral nos ha dado el Ayuntamiento de Aculco, en unión con el diputado federal Héctor Velasco Monroy, de cómo transformar una antigua plaza en un bodrio ajeno a los valores urbanos que corresponden naturalmente a un espacio público de esa naturaleza, en lugar de subrayarlos. Al hacerlo, han hecho gala de poseer una concepción urbana y estética barriobajera que seguramente muchos aplaudirán, sin percatarse realmente de lo que significa que aquel sitio haya perdido su sentido y carácter original.

Vista general de la "cancha de usos múltiples".

En un post anterior titulado "De espaldas a la plaza: Santa María Nativitas", escribimos acerca de la particular disposición de la plaza principal de este poblado aculquense:

Curiosamente, y como ejemplo único en el municipio de Aculco, la plaza del pueblo de Santa María Nativitas no se extendía también al frente de la capilla, ni siquiera a uno de sus costados, sino en la parte posterior. Quizá por esa razón, al convertirse por su ubicación en fachada visible, el ábside de la capilla tiene mayor importancia en ésta que en otras capillas aculquenses. Pero lo es, más que por su ornamentación, por sus volúmenes.


El ábside, cuya hermosa vista es ahora imposible disfrutatr gracias a la nueva cancha.

Una plaza, antes que otra cosa, debe ser una plaza. Es decir, un espacio abierto, libre, descubierto, que funciona como núcleo de la vida urbana y permite múltiples actividades. Pero para algunos una plaza es solamente un baldío, inútil, que hay que ocupar de alguna manera. De ahí que en muchas se hayan construido mercados permanentes, otras se convirtieran(por lo menos con más sentido estético) en jardines y alguna más sirva de estacionamiento. En el caso de la Plaza de Santa María Nativitas y gracias a las autoridades locales que no pudieron encontrar mejor lugar para edificarla, ahora es una cancha de futbol rápido a la que, más como eufemismo que como realidad, se le bautizó como "cancha de usos múltiples".

Obsérvese el deprimente acabado exterior de la cancha y los angostos callejones que ha dejado esta obra.

La cancha en cuestión consiste en un cercado de tabicón (aparente por el exterior y aplanado en el interior) de cerca de un metro de altura, que se eleva un poco más en los extremos oriente y poniente, donde están las porterías. Sobre el murete se levanta una barrera de malla ciclónica sostenida por postes metálicos. No podían faltar, por supuesto, las pintas habituales a las que nos tienen tan mal acostumbrados los gobiernos y que vulgarizan todos los espacios intervenidos por ellos, en los que aparece el charro logotipo de la administración municipal actual, lemas de gobieno, escudos municipales, etcétera. Aunque la obra está concluida e inaugurada, no faltan por ahí las varillas peladas que son en México casi una tradición urbana.

Lado orientede la cancha. Nótense al fondo los portales y la reja de la escuela, edificaciones que antes prestaban una apariencia mucho más digna a este espacio.

Entre los muros de tabicón y los edificios que rodean la ex-plaza, entre ellos el hermoso ábside de la capilla de la Natividad de Nuestra Señora, sólo se dejaron unos angostos e inútiles callejones que seguramente sólo servirán de orinal.

Ha sido un grave error convertir esta plaza en una cancha con estas características. Antes bien debió dignificarse en su sentido cívico, como centro que es del poblado, aunque sus dimensiones sean pequeñas. Ofrecía, gracias a la presencia de árboles maduros, la magnífica oportunidad de ajardinarlo, cerrarlo al tránsito y convertirlo en el espacio de convivencia cotidiana que debía ser. El Ayuntamiento y el diputado Velasco Monroy le han robado a la población de Santa María Nativitas su espacio publico más entrañable al edificar esta cancha en su plaza. Ojalá alguna autoridad futura, más sensata, se lo devuelva y lo dignifique.

Nótese la mínima distancia que se guardó entre la portería y el ábside de la capilla.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Regreso al Molino Viejo

La fachada del Molino Viejo hacia el río.

Había quedado en deuda con los lectores de este blog respecto a las fotografías actuales del Molino Viejo, ya que anteriormente sólo pude publicar una del portón en el texto dedicado a este importante edificio aculquense, que puedes leer oprimiendo aquí. Espero saldar esta deuda con las fotografías que les comparto hoy.

Esta vez no agregaré ningún dato histórico a lo escrito en aquel post, aunque me permitiré hacer algunos breves comentarios acerca del estado de conservación del inmueble, o más particularmente de su entorno.

Sabemos bien que en Aculco, como ocurrió en todo nuestro país, el drenaje urbano fue canalizado a los ríos, lo que provocó una terrible contaminación y un daño ecológico irreparable, agravado todo ello por el régimen pluvial que prevalece en el centro del país, en el que sólo en la época de lluvias los ríos pueden medianamente limpiarse de los desechos.


Dos imágenes de la cortina de la "presita del molino".

Debido a esta situación, no sólo se destruyó la vida animal que poblaba el río de Aculco, antaño abundante en ranas, tortugas e incluso acociles. También se provocó que aquellas propiedades que anteriormente disfrutaban de las ventajas de hallarse a un lado de esta corriente decayeran debido a que el agua contaminaba los suelos, los malos olores eran permanentes y el río arrastraba tal cantidad de basura que el simple mirarlo movía a tristeza.

Así, el Molino Viejo, verdadera mansión de don Macario Pérez, de don Ignacio Espinosa, de don Jorge Espinosa y de don Alfonso Díaz, entre otros personajes destacados de Aculco, que la cuidaron cada uno en su momento como niña mimada, se convirtió en un sitio poco habitable. De hecho, la represa que se construyera sobre el río muchos años atrás para permitir dotar de un caudal permanente al molino de trigo (que era conducida a través de un pequeño acueducto) estancaba y concentraba aquellas aguas pútridas, lo que obligaba al caminante ocasional a cubrirse la nariz al sortear aquel paso.

Vestigios del acueducto que alimentaba al mecanismo del molino.

Lo que había sido uno de los sitios más hermosos de Aculco, con la antigua casa del Molino, su acueducto, el puente viejo, la cortina de la represa, la cascada que se formaba ahí cuando el agua era abundante, el río bordeado por altos ailes, las extensas huertas de frutales, se convirtió al correr de pocos años en un sitio fantasmal. La casa parece conservarse todavía en buen estado, pero los árboles han crecido hasta casi ocultar su fachada, el cauce del río está azolvado y lleno de basura, de modo que cubre casi totalmente el puente de piedra por el que se accedía a la finca. La hojarasca se acumula sin control y el lugar es la viva imagen de la desolación.

El puente del Molino Viejo casi cubierto por la acumulación de lodo y desechos. Es el menos conocido de la decena de puentes antiguos que existen en Aculco.

En los últimos años se ha comenzado a construir paralelo al curso del río un nuevo drenaje, con lo que pretende sanearse esta corriente natural. En la zona de "La Ceja" se instaló una pequeña planta tratadora de aguas que ya funciona, después del abandono de algunos años, lo que permite que de ese punto hacia la Presa de Cofradía el agua corra limpia. Los malos olores ciertamente han disminuído.

El viejo generador eléctrico de viento aún asoma entre los árboles.

Pero aún queda un gran trabajo por delante, en especial la conclusión del drenaje hacia el barrio de La Soledad y la conexión de decenas de viviendas a éste. Y aún después de que sean terminadas estas obras, deberán pasar varios años y muchas buenas lluvias para que el cauce del río Aculco recupere algo de su vida y belleza.

Desde el camino, resulta ahora casi imposible ver la fachada del edificio, debido al crecimiento de los árboles del río.

¿Lo llegaremos a ver?

¿Volverá entonces el Molino Viejo a ser un edificio admirado por la belleza de su entorno?

El histórico, hermoso, desolado y entrañable edificio del Molino Viejo.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Otoño aculquense

Notas de rojo cerca del Molino Viejo.

Resulta casi increíble: parece que fue hace unos cuantos días que escribí en este blog sobre el verano que se iba y hénos aquí ya iniciando el último mes del otoño. ¡Quién no desearía que el tiempo transcurriera lento, como en la infancia! Cuando los años eran años y no como ahora, días someros que corren en imparable huída.

Lagunilla formada en La Hortaliza.

De niño sólo existían para mí dos estaciones en Aculco: el verano de vacaciones y lluvias, y el invierno que helaba las manos y cubría de escarcha el campo y los tejados de las casas. El resto del año, primavera y otoño, eran sólo largas transiciones entre aquellas otras estaciones, en las que el clima era lo que menos me llamaba la atención.

Árboles deshojados sobre el tejado del Ojo de Agua.

En la adolescencia fue cuando comencé a observar el otoño y a darme cuenta de su singularidad: era el tiempo de los campos amarillos, el de la luz que ya no encuentra obstáculos en las hojas de los fresnos apara alcanzar el suelo, el de notar que las ramas de los árboles más altos portan decenas de vacíos nidos de aves que antes se ocultaban en el follaje. Los días en que las calabazas y chilacayotes cobran un papel destacado en las milpas en las que ya sólo queda el rastrojo o los mogotes. El de los días claros, las mañanas frías, el del sol que ya no llega al cénit y describe su curva inclinada hacia el sur, haciendo parecer que todo el día es de mañana o todo el día es de tarde.

La calle de Pomoca.

Es una estación que puede creerse triste, pero a mí me parece más bien melancólica; como si, a pesar de la intensa luz del sol, un oscuro velo de nostalgia lo cubriera todo.

Bosquecillo cerca de "La Ceja".

En fin, les comparto estas imágenes del otoño aculquense.

El "mar amarillo" del otoño en Los Planes.

El ahuehuete de La Huerta.

Los viejos fresnos de la Plaza de la Constitución.

Las desnudas jacarandas de la Plazuela Hidalgo.

Ganado pastando en La Hortaliza. Al fondo, el rancho de San José.

Hojas de durazno en el patio.

Cerca de los ranchos de Las Ánimas y El Serrotito.

Las riberas del Arroyo Zarco.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Érase una vez un cedro



A veces parece que la destrucción de Aculco es una conspiración. Todos participan y todos callan, nadie se atreve a levantar la voz y protestar contra los desaguisados que se cometen todos los días contra su patrimonio histórico, arquitectónico, urbanístico... y esta vez también contra el natural.

Este de la fotografía era un gran cedro que alegraba con su siempre verde follaje la llegada del viajero a Aculco. Plantado en la milpa de San Isidro quizá cien años atrás por mi bisabuelo, siempre recibió atenciones de la familia: algún abono, un poco de agua cuando se regaban esas tierras, incluso algunos años se le fumigaba. El árbol recompensaba a todos con su fronda y porte.

Pero un buen día llegó la Comisión Federal de Electricidad. Plantó unos postes y una línea eléctrica donde no los había y sin dudarlo ni un poco mutiló todo un costado del árbol, dejando todas las ramas del lado opuesto como testimonio de lo que se le arrebató.

El árbol, medio vivo, sigue recibiendo a los viajeros que llegan a Aculco. Ya no es un árbol hermoso, sino un muñón triste. Un buen símbolo de la decadencia de este pueblo, destrozado por todos, los que aquí viven y los que por aquí pasan.