jueves, 30 de septiembre de 2010

San Jerónimo

Imagen de San Jerónimo en el altar mayor de la parroquia de Aculco.

San Jerónimo o Eusebio Hierónimo de Stridón, nació precisamente en Stridón, Dalmacia, ciudad romana desaparecida que se encontraba en algún lugar todavía no identificado en las actuales Croacia o Eslovenia, en el año 340. Es decir, apenas 29 años después de que cesaran las persecuciones contra los cristianos gracias a la conversión del emperador Constantino a esta religión.

Después de ser bautizado a los 18 años, San Jerónimo se trasladó a Antioquía hacia el año 374, y de allí se dirigió a las salvajes soledades del desierto de Calquis, donde pasó cuatro años en retiro y reflexión. Años más tarde escribiría:

En el rincón remoto de un árido y salvaje desierto, quemado por el calor de un sol tan despiadado que asusta hasta a los monjes que allá viven, a mí me parecía encontrarme en medio de los deleites y las muchedumbres de Roma... En aquel exilio y prisión a los que, por temor al infierno, yo me condené voluntariamente, sin más compañía que la de los escorpiones y las bestias salvajes, muchas veces me imaginé que contemplaba las danzas de las bailarinas romanas, como si hubiese estado frente a ellas. Tenía el rostro escuálido por el ayuno y, sin embargo, mi voluntad sentía los ataques del deseo; en mi cuerpo frío y en mi carne enjuta, que parecía muerta antes de morir, la pasión tenía aún vida. A solas con aquel enemigo, me arrojé en espíritu a los pies de Jesús, los bañé con mis lágrimas y, al fin, pude domar mi carne con los ayunos durante semanas enteras.


El altar mayor de la parroquia, con San Jerónimo en el nicho central.

Una leyenda sugiere que durante su estancia en el desierto, San Jerónimo vio un león con la pata atravesada por una enorme espina. El santo se la retiró y desde entonces la bestia le siguió con mansedumbre. En realidad, esta tradición se refiere a San Gerásimo, y sólo parece haberse relacionado con San Jerónimo por la semejanza de los nombres. De cualquier manera, el león se convirtió en símbolo del santo dálmata y elemento esencial en su iconografía.

San Jerónimo es considerado uno de los Grandes Padres de la Iglesia, es decir, uno de los eclesiásticos que en los primeros tiempos del cristianismo definieron el conjunto doctrinal considerado fundamento de la fe y de la ortodoxia Católica. Participa de este grupo por haber realizado la traducción al latín de la Biblia, llamada la Vulgata (de vulgata editio, "edición para el pueblo"). Este texto fue, hasta la promulgación de la Neovulgata en 1979, el texto bíblico oficial de la Iglesia católica apostólica romana.

Para emprender su tarea, San Jerónimo tuvo que dominar el latín y el griego. Aunque conocía también el hebreo, decidió mudarse a Tierra Santa, a la ciudad de Belén, para perfeccionar su conocimiento del idioma. Comenzó la traducción en el año 382 y completó su obra en el año 405. Murió en la misma ciudad en que naciera Cristo, el 30 de septiembre del año 420.

Antiguo altar mayor neoclásico de la parroquia. Sobre el balaquino se puede observar la imagen de San Jerónimo.

¿Y por qué nuestro Aculco tiene como santo titular a San Jerónimo? Existe una versión muy curiosa de los motivos en un documento datado en el siglo XVIII, aunque conocido sólo por su trascripción del siglo XIX y por ello muy cuestionable, llamado Relación de méritos de un capitán de guerra otomí, que señala al día de San Jerónimo, 30 de septiembre de 1522, como fecha precisa de la fundación de Aculco, tras una supuesta batalla de los otomíes aliados de los españoles contra 562 mil chichimecas. Evidentemente esta cifra resulta exagerada, pero el texto puede contener algunos fundamentos de verdad conservados por tradición oral –por ejemplo, su calidad de pueblo fronterizo en aquellos años–, tal como sucede con otros documentos similares que describen las hazañas de los caciques otomíes en los primeros tiempos de la colonización española. Es el caso, por ejemplo, del la Relación de Méritos de Pedro Martín de Toro, que al hablar del inicio de la expansión de la Nueva España hacia el Norte afirma:


San Jerónimo ermitaño y el león. Relieve mutilado en la fachada de la parroquia de Aculco.

... y que la fundación comenzó desde San Gerónimo Aculco, San Miguel Acambay, Alfajayuca, Santiago Tecotzautla, Huichapan, San Juan del Río, Santa Maria Tequisquiapan, y el de San Juan de los Jarros y que dichos pueblos sin embargo de que en tiempo de la gentilidad, se hallaban poblados de indios; al tiempo de la conquista de este reino estos caciques ayudaron en todo a los españoles acaudillándoles y reformándolos de nuevo, y con la llegada del Santo Evangelio se les dio la advocación de los santos a cada pueblo...

Ahora bien, aunque es posible que se eligiera a San Jerónimo por la fecha de fundación del pueblo de Aculco o su reforma en tiempos coloniales, tal como sugieren esos documentos, lo cierto es que los frailes franciscanos, constructores del establecimiento con el que comenzó la evangelización en estas tierras, tenían una especial predilección por el santo de Dalmacia, pues la intención de su fundador San Francisco de Asís, al crear la orden de Frailes Menores, era el de poner en práctica la fórmula de San Jerónimo: nudus nudum Christum sequi, "seguir desnudo a Cristo desnudo". Más tarde, cuando en el siglo XIV se encargó a los franciscanos la custodia de los Santos Lugares, quedó a su cargo la gruta donde viviera San Jerónimo en Belén. Así, podría ser que la asignación de San Jerónimo a Aculco como santo patrono no haya tenido que ver con una fecha, sino que haya sido una elección a partir de las devociones de los franciscanos.

Uno de los cuatro leones de las gárgolas de la fachada del templo, que simbolizan a San Jerónimo.

En la parroquia de Aculco existen dos imágenes de San Jerónimo. La más antigua es la que, labrada en piedra y mutilada, se encuentra en la fachada del templo y puede fecharse a principios del siglo XVIII. Se trata de un relieve que muestra una escena en la que se le ve en sus desnudeces de ermitaño, entre un árbil y una cueva en la que observa al león de la leyenda. Desafortunadamente este relieve fue destruido en su parte superior, afectando la cabeza del santo, cuando a principios del siglo XX se empotró en ese sitio una lápida que conmemora la restauración de la iglesia después del terremoto de Acambay del 19 de noviembre de 1912.

En esta misma fachada, los leones labrados en las caras del par de grandes gárgolas que la adornan se relacionan también con San Jerónimo, al ser este animal su símbolo.

La segunda imagen de San Jerónimo en el templo parroquial es la escultura que ocupa el nicho central en el altar mayor. Ésta representa a San Jerónimo con vestidura roja de cardenal, con el sombrero propio de esta dignidad echado a la espalda, y en sus manos la pluma y el libro que son atributos de su labor como traductor de la Biblia. Como se puede ver en la fotografías más antiguas, es la misma imagen que se encontraba coronando el antiguo baldaquino del siglo XIX retirado en la década de 1950. Sin embargo, nunca hemos podido examinar esta imagen de cerca y por ello no sabemos con certeza si se trata también de una obra neoclásica o, como sugieren algunas de sus características, es más bien una escultura barroca, algo retocada ciertamente en sus acabados.

Detalle de la imagen de San Jerónimo en el altar mayor.

viernes, 24 de septiembre de 2010

La historia y el vestigio material

Águila mexicana en la jabonera que pertenció al Hotel de Diligencias de Arroyozarco y después a doña Sara Pérez de Madero.

Mencionábamos en el post anterior que hace apenas unas semanas, la casa de antigüedades HQ, de la ciudad de Torreón, Coahuila, puso a la venta una colección de objetos que pertenecieron al presidente y revolucionario Francisco I. Madero así como a su esposa, Sara Pérez Romero, algunos de los cuales están relacionados con la aculquense hacienda de Arroyozarco.

Desde el momento de conocer que se encontraban en venta intentamos por lo menos conocer los precios de estos objetos, invaluables para la historia de nuestro municipio, pero desafortunadamente nos informaron que el lote fue vendido completo. Intenté adquirir del anticuario fotografías de los mismos en alta resolución, pero hasta el momento no han respondido mi solicitud y creo que ni siquiera se tomarán la molestia de hacerlo. Por ahora quizá sólo queda consignar su existencia.

La misma jabonera de mediados de la primera mitad del siglo XIX.

Para comprender la liga del siguiente objeto del que hablaremos con la hacienda de Arroyozarco, debemos recalcar primero la relación que el lote completo tiene con doña Sara Pérez de Madero, que como se sabe pasó su infancia en esa propiedad debido a que su padre era el administrador. Como se puede observar, la mayor parte de la colección se puede clasificar en dos tipos: objetos domésticos de uso cotidiano, con cierto matiz femenino, y "recuerdos". Entre los segundos, se encuentra la pintura en la que se observa el Molino de Arroyozarco, de la que hablamos en el post anterior. El objeto del que hablaremos hoy participa de ambos tipos: su uso es doméstico y sin embargo se trata de un recuerdo de otro de los edificios que componían el disperso casco de la hacienda, el antiguo Hotel de Diligencias.


Dos vistas de la jabonera de las Diligencias Generales.

Para la época en que vivió Sara Pérez en Arroyozarco, el Hotel de Diligencias había perdido ya ese carácter y se había transformado en la casa habitación principal de la hacienda. A pesar de ello, sobrevivieron muchos de los objetos que existieron en ella desde que el bilbaíno don Anselmo Zurutuza estableciera la posada de las Diligencias Generales que transitaban por el Camino Real de Tierra Adentro, en 1849. Se tiene constancia, por ejemplo, de la supervivencia del piano suizo de mediados del siglo XIX que en 1917 fue vendido al entonces administrador de Arroyozarco, don Juan Lara Alva. Y entre los objetos que debieron también sobrevivir se encontraba una hermosa jabonera de porcelana, que en algún momento Sara debió llevarse como recuerdo de su infancia pasada en este caserón, y que llegó muchos años más tarde a la casa de antigüedades en la que ha sido vendida.

Detalle del sello de la casa inglesa Copeland & Garret.

La jabonera es un hermoso ejemplar de porcelana de 21.5 centímetros de largo, 9.5 de ancho y 6.5 de altura. Fue fabricada por la casa inglesa Copeland & Garret, y gracias a la presencia de su sello se puede fechar entre 1833 y 1847, lo que coincide plenamente con el año de establecimiento del Hotel de Diligencias en Arroyozarco. La jabonera está adornada, además, tanto en la tapa como en su interior, con la leyenda "Diligencias Generales", el águila del escudo nacional de México, y un curioso dibujo de un coche tirado por cuatro caballos en el que viajan siete pasajeros.

Ornato de la jabonera que representa un carro de caballos.

Curiosamente, la jabonera también puede relacionarse de algún modo con la presencia en este lugar de un ilustre viajero y escritor, que se ocupó por lo menos en tres ocasiones de referir en sus obras su paso por Arroyozarco: Guillermo Prieto. En efecto, Prieto vió la conversión de lo que había sido el mesón virreinal en novedoso Hotel de Diligencias y, entre las cosas que le llamaron la atención, estaba el espíritu de orden y limpieza establecido por Zurutuza:

"... los altos habían cobrado el carácter del Hotel de Diligencias, merced al genio emprendedor de D. Anselmo Zurutuza, quien no sólo había improvisado salones, arreglado cuartos y dispuesto excelente fonda, sino que había dado a conocer espejos y lavamanos, baños e inodoros, llevando su celo al extremo de dictar un reglamento para el aseo de los concurrentes; atenciones para las señoras, y decencia y compostura en la mesa del comedor." Guillermo Prieto, "Memorias de mis tiempos".

En aquellos "lavamanos, baños e inodoros", reposaba ya seguramente la jabonera que después habría de pasar a manos de doña Sara Pérez y finalmente de algún desconocido y afortunado comprador, hace apenas unos días.


Vistas de las cuatro superficies de la jabonera.

martes, 21 de septiembre de 2010

Una pintura desconocida del Molino de Arroyozarco

Detalle de la pintura del Molino de Arroyozarco.

Recientemente, la casa de antigüedades HQ, de la ciudad de Torreón, Coahuila, puso a la venta diversos objetos que pertenecieron al presidente y revolucionario Francisco I. Madero así como a su esposa, Sara Pérez Romero. Como saben bien los lectores de este blog, Sara vivió en su infancia en la hacienda de Arroyozarco, de la que su padre Macario Pérez era administrador, y por eso no resulta extraño que varios de aquellos objetos tuvieran relación con esta hacienda. Hoy nos ocuparemos de uno de los más interesantes, una pintura sin marco ni bastidor que en el catálago de HQ es denominada "gobelino de hacienda de Francisco I. Madero".

Vista general de la pintura, a la izquierda, al fondo, el cerro de la Virgen; a la derecha, el Molino.

En realidad, esta pintura no reproduce ninguna propiedad que perteneciera a Madero, sino la fábrica "El Progreso" de Arroyozarco, conocida generalmente sólo como "El Molino". De hecho, se trata de la única imagen antigua que conocemos de este edificio y de ahí proviene su interés e importancia iconográfica, ya que artísticamente se trata de una obra de calidad bastante menor. La tela, de 99 x 55 centímetros muestra como elemento principal a un jinete montado en un caballo prieto o retinto, ataviado con chaqueta charra, sombrero jarano, pantalón, botas de montar y espuelas. La silla de montar parece mostrar varias incorrecciones que por momentos hacen pensar que se trata de una albarda inglesa, pero las arciones gruesas, los estribos de tapadera y la reata anmarrada a los tientos delanteros eliminan la sospecha. Un pechopretal complementa los arreos de montar. La sombra resulta bien ubicada respecto al sol poniente.

Detalle que muestra el edificio del Molino.

Fotografía actual del Molino. Para facilitar la comparación, la imagen aparece invertida en espejo, ya que salvo algunos detalles (como los contrafuertes), esta fachada es simétrica.

El terreno en el que se hayan parados jinete y cabalgadura es el lecho vacío de la Presa del Molino, de ahí que se observen las características cuarteaduras del suelo reseco. Al fondo, al lado derecho, destaca el enorme edificio del Molino, con sus decenas de ventanas, sus contrafuertes, y la gran cornisa que lo corona. Una arboleda une a este edificio con un paisaje más lejano, en el que se distinguen las lomas de San Ignacio y el oscuro perfil del Cerro de la Virgen, que pertenecía también a la hacienda de Arroyozarco.

Marca de la tela al reverso de la pintura.

Acerca de la identidad del personaje retratado, creo posible únicamente que se trate de tres personajes: Macario Pérez Sr., padre de Sara, administrador de la hacienda de Arroyozarco hasta su muerte en 1909; Manuel Pérez Romero, hermano de Sara, que administró ocasionalmente la propiedad en los primeros años del siglo XX por ausencia de su padre; o Macario Pérez Jr., también hermano suyo, que estuvo al frente de la finca entre 1909 y 1913. Es quizá este último quien mayores posibilidades tiene de ser el jinete de esta pintura, pues resulta innegable su afición a retratarse de charro y a reproducir el paisaje rural de esta región, como ocurre en los murales de la hacienda de Cofradía que él mismo mandó pintar a Ernesto Icaza.

Don Macario Pérez Jr.



Sobre la ápoca en que fue realizada, creo muy probable que se trate de una fecha entre 1900 y 1913, antes de la salida de Macario Pérez Jr. de la administración de Arroyozarco a raíz de la Decena Trágica, que obligó a toda la familia carnal y política de Madero a buscar protección. A no ser que la pintura esté firmada, muy difícil será averiguar quién es su autor. No se trata evidentemente de Ernesto Icaza, pues la pintura difiere de su estilo, y el descuido en el detalle de la silla de montar, tan contrario al pincel del charro pintor, deja fuera por completo esa posibilidad. Sin embargo, tenemos noticia de dos pintores que trabajaron en las haciendas de Aculco a fines del siglo XIX y principios del XX, entre quienes podría hallarse este desconocido artista. Uno de ellos es Andrés Padilla, quien realizó una alegoría de la industria, la abundancia y el trabajo en 1882, con motivo de la reapertura de la fábrica de Arroyozarco. El otro es un "F. Rodríguez" que pintó varios murales en Cofradía hacia 1910, e incluso algunos de los paisajes que más tarde reutilizó Icaza para plasmar en esa misma hacienda sus escenas charras.

El cerro de la Virgen, como aparece en la pintura.

El cerro del virgen en Google Streetview, desde la autopista México-Querétaro, a la altura de Arroyozarco. Compárese la precisión del perfil.

martes, 14 de septiembre de 2010

Y el verano se va

EL cerro de Ñadó desde el Carril de Cofradía.

Se va el estío como arena entre los dedos.


En una semana, poco más o menos, el verano astronómico habrá llegado a su fin y los campos de Aculco, que por unos meses se han vestido de intenso verde, comenzarán a languidecer hasta que las primeras heladas de noviembre conviertan el paisaje en un mar amarillo y reseco.


Pero aún le quedan algunas semanas de belleza, de flores y de frutos. Y quizás, como algunos años, si las lluvias no se prolongan y el invierno no se adelanta, octubre sea uno de los meses más hermosos en estas tierras, seco y tibio.


Pero el verano se nos va irremediablemente. Dentro de unos meses, en lo más frío del invierno, cuando los campos y tejados amanecen cubiertos de escarcha, cuando el agua se congela en los charcos, nos costará trabajo recordar la belleza de esta estación y creer que volverá, pero así será sin duda. Lo único malo es que entonces tendremos que restar un año a nuestra cuenta.


El verano se va.



Panorma de Aculco desde Las Conchitas.

La presa de Cofradía.

El Tixhiñú.


Ruinas del Jacal de Cofradía.

Los Planes.

Aculco y el cerro de Ñadó.

Borregos pastando en los Planes.

Sembradíos de maíz.

El barrio de San Jerónimo, desde el Carril de Cofradía.

Los ahuehuetes de la presa de Cofradía.

martes, 7 de septiembre de 2010

Historia o leyenda: el "Palo Bendito"

El "Palo Bendito" hacia 1995.

Hace unos días, la prensa del Estado de México publicó que en los distintos municipios que componen esta entidad serán plantados sendos "árboles bicentenario", retoños de un antiguo encino bajo el que -según la tradición aculquense- Hidalgo celebró una misa para las tropas insurgentes después de la batalla del 7 de noviembre de 1810. La semana pasada, ni más ni menos, el retoño correspondiente a Aculco fue plantado en una mal ubicada jardinera construida en el jardín de la Plaza de la Constitución, con una placa que, por cierto, viola además las disposiciones sobre imagen urbana contenidas en los artículos 50 y 51 del Bando Municipal.

Curiosamente (quizá por temor al albur) la inmensa mayoría de esas notas de prensa se refieren al encino aculquense como el "Árbol Bendito", cuando en realidad en nuestro pueblo siempre se le ha conocido como el "Palo Bendito".


El retoño plantado en Aculco, del portal soymexiquense.com

Tronco del "Palo Bendito", el sitio donde según la leyenda Hidalgo habría celebrado una misa el 7 de noviembre de 1810.

Nunca será mala idea plantar un árbol, Mucho menos proteger, como se está haciendo, a un viejísimo ejemplar que tiene tantos años (según la cuenta de Probosque son 325, lo que lo convierte en contemporáneo de la iglesia parroquial de Aculco). Sin embargo, me parece que el Gobierno del Estado de México se ha tomado demasiado en serio la leyenda aculquense, cuando en realidad parece haber muy poco fundamento histórico que sostenga esa tradición. Y esto ha provocado también varios "resbalones" de personajes políticos de la entidad, al tratar de convertir en historia lo que, como veremos, parece ser sólo un mito. Es el caso de Jorge Fuentes Zepeda, coordinador administrativo de la Secretaría del Medio Ambiente estatal, quien en este video da más de un traspié al afirmar que después de Aculco pasó Hidalgo por Ixtlahuaca, y que la del "Palo Bendito", habría sido la última misa de este personaje antes de su excomunión.

El "Palo Bendito" en la actualidad.

Pero sigamos adelante. El árbol bajo el que se dice celebró misa el cura de Dolores, se encuentra sobre la Carretera Panamericana, cerca del kilómetro 115 y a unos siete kilómetros de distancia del pueblo de Aculco en dirección al noroeste, hacia San Juan del Río, Querétaro. La leyenda que lo vincula con la estancia de Hidalgo en el pueblo es firme, bastante antigua y seguramente no existe aculquense que la desconozca. De hecho, en 1960, con ocasión del sesquicentenario del inicio de la Guerra de Independencia, las autoridades federales "oficializaron" de alguna manera esta tradición local al colocar en sus inmediaciones una de las 260 copias de la escultura "El Águila Tendida" del escultor Chávez Morado, que señalan la ruta de Hidalgo desde su parroquia hasta el patíbulo de Chihuahua.

El árbol ya rendido sobre su costado, antes de que empezara su rescate por parte de Probosque.

La leyenda del "Palo Bendito" sólo asegura que Hidalgo, comos sacerdote que era, celebró misa bajo sus ramas durante su estancia en Aculco, que de acuerdo con nuestras investigaciones se puede precisar entre el 5 -día de su llegada registrada en las Actas de Cabildo municipales tardíamente, hacia 1825- y el 7 de noviembre de 1810, cuando huyó tras la derrota que le infligió el general Calleja en la mañana de ese día. Algunas versiones agregan que la misa se celebró precisamente en su escape, lo que ubicaría el hecho en esa última fecha.

El árbol, ya con el pretil construid por probosque para proteger sus raíces.

Acontecimientos de la relevancia que tuvo la Batalla de Aculco suelen dejar en la memoria colectiva recuerdos que se transmiten por generaciones, y que tal vez con un poco de suerte llegan a ser escritas y con ello fijados sus detalles, pero que la mayoría de las veces se mantienen como tradición oral, variable por su misma naturaleza. En el caso del "Palo Bendito", la tradición es precisamente oral, y desafortunadamente entra en contradicción con los testimonios contemporáneos, con el desplazamiento más probable de los ejércitos insurgentes sobre el terreno, así como con otras leyendas locales de las que se conservan también vestigios materiales.

Vayamos por partes. En primer lugar, la historia nos dice que desde el momento en que el cura de Dolores se asumió como líder del movimiento insurgente adoptó su nueva posición militar y cesó sus funciones sacerdotales (aunque su carácter de tal, por supuesto, no desaparece). Él mismo, durante el juicio que se le siguió tras su captura en Acatita de Baján, aseguró que desde el inicio de la sublevación "se había abstenido de celebrar misa por considerarse inhábil", y las relaciones históricas más verídicas y precisas generalmente nos lo señalan asistiendo a estas funciones en un lugar privilegiado, pero jamás oficiando, lo que llevaban a cabo los numerosos capellanes castrenses que acompañaban al ejército. Así pues, tenemos el testimonio del propio Hidalgo y de varios cronistas que aseguran que no volvió a celebrar una misa desde el 16 de septiembre de 1810.

Placa colocada en 2005 que relata sumariamente la leyenda local.

El segundo punto tiene que ver con la temporalidad. Antes de verificarse la batalla, Hidalgo dispuso de mucho tiempo para la celebración de misas, prácticamente dos días, y es casi seguro que alguna se llevara a cabo. Sin embargo, después de la batalla el escape fue tan precipitado que no habría habido oportunidad alguna de detenerse en ese punto a celebrar el Santo Sacrificio, menos una de aquellas misas en latín que podían durar dos horas. Testimonio elocuente sobre las circunstancias de la huída de Hidalgo es el de su escolta, el alfarero de Dolores Pedro Sotelo:

Fue tal el terror que causó el estrago de las balas enemigas en nuestra gente, que no se pensó más que en la fuga, comenzó a correr la gente por el rumbo del poniente, para ocultarse en una sierra pequeña que a este rumbo teníamos; se desampararon las piezas y se abandonó el campo de batalla, porque el enemigo nos venía flanqueando por ambos costados.
Triunfó Calleja, y se hizo dueño de armas, dinero, parque y todo cuanto era de nuestro ejército.
Yo iba muy inmediato al señor cura, pero al llegar a la sierra [de Ñadó] como no llevábamos camino alguno, tomamos cada uno el punto más cómodo que nos pareció para subir dicha sierra, y esto dio motivo para que nos perdiéramos de vista, y nos separáramos dispersos por distintos puntos.


Esto es, no hubo tiempo de celebrar ninguna misa en la huída... ni habría habido quorum: tan pocos insurgentes acompañaron a Hidalgo en ésta, que hasta su propio escolta se apartó de él.

Cabeza de Águila (El águila tendida) inmediata al "Palo Bendito", una de las esculturas colocadas en 1960 que pretenden señalar la ruta de Miguel Hidalgo.

Ahora bien, ya que no pudo celebrarse misa alguna antes de la batalla. ¿por qué no pensar que pudo celebrarse antes de ella? Es una buena posibilidad, pero la geografía contradice esta opción. El "Palo Bendito" se encuentra alejado de los caminos más importantes que existían en aquel entonces (y que habrían sido los más a propósito para transitar por la muchedumbre insurgente en septiembre, a fines de la temporada de lluvias en el Altiplano), pero sobre todo apartado de la posible ruta que siguió Hidalgo en tierras aculquenses. Hidalgo, no debemos olvidarlo, después de la Batalla del Monte de las Cruces y tras avistar la ciudad de México desde las lomas de Santa Fe, decidió retroceder y dirigirse a Querétaro. Enfiló hacia el norte con la intención de llegar al Camino Real de Tierra Adentro, que posiblemente intentaba tomar a la altura de Arroyozarco, pero poco antes de llegar a este punto fue informado de que ya se hallaba en él el brigadier Calleja con las tropas realistas procedentes de San Luis potosí.

"Mandó hacer alto" -nos dice José M. de la Fuente en su obra Hidalgo íntimo, "acampando en un lugar despoblado, en donde pasó aquella noche, y al siguiente día preguntó Hidalgo qué poblacíón había allí cerca y le dijeron que San Jerónimo Aculco, perqueña población situada entre dos lomas, y se dirigió a ella a donde llegó poco antes de oscurecer." Precisa Castillo Ledón en su libro Hidalgo, la vida del héroe: "a la IZQUIERDA, entre dos lomas, se encontraba el pueblo de Aculco".

Estas descripciones, junto con la trayectoria general que debió seguir el ejército insurgente (confirmada por la tradición local que asegura que pernoctó en la actual comunidad de El Azafrán), nos permiten pensar con razonable certeza que Hidalgo entró al pueblo desde el sureste, a través de la vega que forma el río de Santa María. Se aposentó entonces en la que era una de las principales casas del lugar, la de doña Maríana Legorreta de Del Castillo, en la plaza principal del pueblo, y parece ser que no se apartó de este punto. Dos días después, la mañana del 7 de septiembre, su ejército se desplegó en las Lomas de Cofradía, como ya hemos explicado en otro artículo. Una vez consumada la derrota, la huida fue en dirección contraria de donde provenía el ataque de Calleja y, como vimos en la narración de Sotelo, la ruta particular de Hidalgo fue a través de las montañas. Como podemos apreciar, en todo el periplo de Hidalgo por tierras aculquenses no hubo motivo ni oportunidad para que las tropas se desplazaran seis kilómetros más hacia el noroeste para llegar al "Palo Bendito". Si se dio, como debió darse, una misa de campaña en Aculco, debió celebrarse en un punto muy distinto.

Ubicación del "Palo Bendito" y otros puntos importantes relacionados con la estancia de Hidalgo en Aculco.

Y es precisamente aquí donde viene al caso otro testimonio, esta vez material: empotrada en un muro de la Hacienda de Cofradía (en cuyos terrenos, debemos recordarlo, se verificó la Batalla de Aculco), existe una piedra de cantera que lleva grabada la frase "aquí celebrando misa" y el año de 1810. Originalmente esta piedra se encontraba en las inmediaciones de lo que fue el Salto de Cofradía (donde hoy se halla la cortina de la presa del mismo nombre) o menos probablemente del Salto del Tixhiñú, y señalaba -también según la tradición- el punto en el que Hidalgo habría celebrado otra misa. No repetiremos la argumentación sobre la veracidad o falsedad de estas misas de Hidalgo (lo que, además, se repite en toda la geografía de la primera insurgencia), pero en este caso el testimonio resulta apreciable por dos circunstancias: es un documento escrito, aunque esté labrado en piedra, no modificado por la tradición oral, y su ubicación original responde mejor a los desplazamientos de Hidalgo, e incluso se le puede situar justo en el campo de batalla, donde bien podría haberse celebrado una misa previa al encuentro con las tropas de Calleja.

Finalmente, el propio árbol, pese a su ser impresionante por su vejez y su belleza (lo era más antes de que el viento lo tirara de costado hace pocos años), no es prueba fechaciente de que bajo su sombra haya ocurrido un acontecimiento relevante. Tomemos en cuenta que hace doscientos años el árbol debió ser mucho menos notable. Un encino con los 125 años que tendría entonces, considerando la lentitud con la que crece esta especie, no debió ser todavía un árbol imponente. De seguro, en aquellos tiempos anteriores a la gran explotación de carbón de fines del siglo XIX y principios del XX, no era un árbol digno de mención ni de atención en un terreno que debió contar con cientos de ellos. De esta manera, aunque hoy en día sea un ejemplar muy notable, en aquel entonces no es probable que atrajera la mirada de los insurgentes para celebrar una misa bajo su sombra, que debió ser todavía exigua.

Plantación de un retoño del "Palo Bendito" en el municipio de Tepotzotlán.

En conclusión, la leyenda del "Palo Bendito" es prácticamente imposible de sostener desde el punto de vista histórico. En cuanto a su vertiente legendaria, no se puede descartar que tenga algún fundamento relacionado ciertamente con episodios de la Guerra de Independencia, aunque difícilmente podría ser el de la estancia de Hidalgo en el pueblo. Pese a todo, es seguro que persistirá como hasta hoy la creencia de que Hidalgo celebró ahí una misa y resultará imposible convencer a un aculquense de lo contrario. Y así, como leyenda, debe preservarse ese recuerdo.

NOTA: Varias de las fotos que aquí se pueden ver son del autor del magnífico blog Cabezas de Águila, que te recomiendo visitar.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Un arcón del siglo XVIII

El arcón del siglo XVIII.

El tipo de mueble auténticamente colonial que con mayor frecuencia ha sobrevivido en Aculco es el de los baúles o arcones de madera. Esto se debe quizá a la solidez de su construcción, a que conservaban su utilidad a despecho de las modas y posiblemente también a sus materiales, ya que hemos encontrado con mucha frecuencia que se hallan fabricados en madera inmune al daño que causa la polilla. Ya en una ocasión escribimos acerca de uno de estos arcones, aunque el texto se centraba más bien en la pequeña figa de hierro que forma parte de su cerrojo. Ahora nos refeririremos a otro baúl con características un poco distintas que pertenece también a una familia aculquense.

Detalle de la cerradura del arcón.

La estructura general de este arcón es muy semejante a la del otro. Cada una de sus caras está formada por un tablón de madera (al parecer cedro rojo), unidas todas con ensambles de cola de milano, salvo la tapa que tiene grandes bisagras de hierro forjado. Al frente lleva una gran cerradura también de hierro forjado, calado y grabado a punzón. A pesar del lujo de esta cerradura, el nudo en la madera del tablón frontal dejar ver muy claramente que se trataba de un mueble destinado más al uso efectivo que a la ornamentación.

Las moluduras agregadas con posterioridad a su fabricación.

Sin embargo, en algún momento de su larga vida parece ser que se quiso convertir el que hasta entonces habría sido un mueble propio de una recámara o un despacho en un mueble de salón. Para ello se le agregaron molduras en la orilla de la tapa, a la altura del cerrojo (donde quiebran su línea recta para enmarcarlo parcialmente) y cerca de su parte inferior. Quizá al mismo tiempo de esta transformación le fueron añadidas las patas -rectas y con un escote en la parte posterior, con calados curvos y flordelisados al frente-. Estas patas no están fijas al mueble, sino que éste se apoya en un tablón también moldurado colocado sobre el banco que forma cada uno de los pares de patas. Aunque no era raro que los baúles de esta época se alzaran sobre patas diseñadas de esta manera, lo que no resulta frecuente son calados semejantes a los de este ejemplar.


Vista de la pata frontal del lado derecho. Nótense los ensambles y el remate en forma de flor de lis, distorsionado por su anchura.


Hace unos cincuenta años el baúl recibió unas capas de barniz transparente, pues originalmente mostraba sólo la madera al natural. Su estado de conservación, salvo la pérdida de una parte de las molduras del tablón colocado sobre las patas y otras de la tapa, así como algunas raspaduras y marcas propias de un mueble de su edad, es excelente.

Gracias a muebles como éste, no sólo conservados en su integridad, sino también con la huella de sus transformaciones, podemos conocer un poco mejor cómo fueron los interiores de las casas aculquenses del Virreinato.

Otra vista del baúl.