domingo, 24 de octubre de 2010

Santos degollados

Fachada de la parroquia de Aculco. Observese la distribución de los nichos que estuvieron tapiados hasta cerca de 1959.

En los últimos años de la década de 1950, en los tiempos en que los frailes agustinos recoletos que tuvieron a su cargo la administración de la parroquia de Aculco emprendieron la restauración de la fachada del templo, aparecieron en ella una serie de nichos que habían sido tapiados en alguna época indeterminada (quizá en la renovación de la década de 1840 o acaso en la reconstrucción de 1914 a raíz del terremoto del 19 de noviembre de 1912). Si bien algo maltrechos, sobre todo por la pérdida de los repisones que alguna vez tuvieron y la mutilación de las esculturas de santos que albergan, la recuperación de estos nichos devolvió a la fachada mucho de su sentido arquitectónico original, cuya pérdida había provocado notorias malinterpretaciones en su análisis artístico como las de Elisa Vargas Lugo en su texto La Vicaría de Aculco.

Aparecieron en esa misma ocasión algunos otras obras notables, como un par de escudos franciscanos y un relieve de San Jerónimo ermitaño del que ya hemos tratado en otra ocasión, pero esta vez nos limitaremos a escribir acerca de los siete nichos distribuidos en la fachada diseñados para albergar imágenes exentas, de las que sobreviven cinco. Como varias de ellas se hallaron sin cabeza al iniciarse su recuperación, decía con su habitual gracejo don Modesto Uribe Romero en la iglesia había "santos degollados", haciendo un juego de palabras con el nombre del personaje de la época de Reforma, el "héroe de las derrotas", Santos Degollado.

Los nichos se distribuyen en pares en el primero, tercer y cuarto cuerpo de la fachada de la parroquia. En este último existe un tercer nicho al centro, que ocupa el lugar que en los otros cuerpos corresponde al relieve de los desposorios místicos de Santa Rosa de Lima, la ventana del coro, el relieve de San Jerónimo Ermitaño y el arco de acceso al edificio.

Nicho izquierdo del primer cuerpo con mascarón alegre.

Nicho derecho del primer cuerpo, con mascarón triste.


Los nichos del primer cuerpo son los únicos vacíos y sólo el estudio iconográfico completo de la fachada podría darnos algún indicio de qué imágenes que alguna vez albergaron. Sin embargo, es posible que, como en el caso de muchos otros templos del México virreinal, contuvieran las figuras de los apóstoles San Pedro y San Pablo. Este par de nichos son los que presentan una mayor calidad en sus labrados, aunque sus son menos elaborados, comparativamente, respecto de los otros cinco nichos. Su estructura es muy sencilla: una hornacina de planta semicircular con un par de columnas abombadas con capitel de intención corintia o compuesta -muy parecidas a las columnas pareadas que limitan las calles de esta fachada en el primer cuerpo-. Cubre el vano una venera hermosamente labrada, cuyas costillas convergen en un mascarón grotesco, sonriente en el nicho izquierdo y apesadumbrado en el derecho. EN las enjutas de la venera se despliegan sendos relieves vegetales en disposición de estrella. Al observar con cuidado estos nichos, se advierte la mutilación de algún relieve que enmarcaba estas enjutas, así como la destrucción del repisón o peana que se desarrollaba en la parte inferior y que sólo dejó señalada su huella triangular.

Nicho izquierdo del tercer cuerpo. Nótese la huella del repisón mutilado en la parte inferior.

Nicho derecho del tercer cuerpo.

Los nichos del tercer cuerpo repiten en general la misma disposición de los anteriormente descritos, si bien con algunas diferencias importantes: la primera, su tamaño ligeramente menor; la segunda, sus columnas, algo más alargadas que las del primer cuerpo y carentes del par de volutas que coronan aquellas, aunque soportan una especie de arquitrabe que seguramente estuvo antaño decorada; la tercera, el relieve de las enjutas, mucho más elaborado y en el que se unen el par de relieves fitoformes a través de una especie de cadena; el cuarto, no se labró al fondo de la venera un mascarón sino sólo un par de róleos unidos. También tuvieron su respectivo repisón, cuya huella apenas se distingue. Estos nichos guardan todavía un par de esculturas de santos franciscanos (identificables por el hábito y el cordón con nudos), que junto con la cabeza y manos perdieron los atributos que habrían permitido identificarlos. Acaso el hecho de que uno de ellos parece haber tenido la cabeza cubierta con la capucha y en el otro se observa un extraño relieve sobre la golilla permitan en el futuro lograr su identificación. Ambas esculturas se apoyaban en una peana poligonal que forma parte de la propia pieza y que también resultó mutilada en la parte frontal.

Nicho derecho del cuarto cuerpo.

Nicho izquierdo del cuarto cuerpo.

Relieve de San Jerónimo ermitaño en el segundo cuerpo de la fachada. Nótese la semejanza de su "venera" con la de los nichos del cuarto cuerpo, aunque en este caso está orlada por el cordón franciscano.

Los nichos pares del cuarto cuerpo son una nueva variante del mismo diseño. Esta vez, son más angostos, por lo que sus veneras se alargan hasta resultar casi parabólicas. Y decimos veneras por darle un nombre a la cubierta semihemisférica de estos nichos, ya que en realidad no reproducen la habitual forma de una concha sino una especie de escamas radiales (de manera muy parecida a la "venera" que cierra la parte superior del relieve de San Jerónimo ermitaño). La planta de estos nichos no es semicircular sino rectangular, por lo que el acomplamiento entre el hueco y la "venera" resulta deficiente. En lugar de las columnas de los primeros cuatro nichos, vemos aquí unos haces de columnillas que comparten un arquitrabe labrado con hojas de acanto. Los santos franciscanos colocados en estas hornacinas son los mejor conservados pues tienen aún sus cabezas y algunas de sus extremidades, pero lamentablemente nada que permita su identificación. Los nichos tuvieron también su repisón, pero las esculturas carecen esta vez de peana.

Nicho central del cuarto cuerpo, con la imagen de la Purísima.

El nicho central del cuarto cuerpo, seguramente debido a su especial colocación, muestra varias características nuevas. Entre ellas destacan: su ubicación al centro de un marco formado por molduras de piedra; su tamaño, puesto que es el más pequeño de todos los nichos de la portada; sus raras columnas abalaustradas con una especie de capitel bulbiforme con la apariencia de tulipán, las enjutas decoradas con relieves de hojas de vid, sarmientos y racimos de uvas y la doble "venera" formada por una extraña sucesión de hojas de acanto dispuestas en forma radial, que en conjunto adquieren el aspecto de plumaje. El nicho, de planta rectangular y que igual que el resto estuvo adornado con un repisón de piedra hoy desaparecido, conserva una imagen de la Purísima Concepción con amplios vuelos barrocos en sus vestiduras, aunque con los brazos rotos.

El plan iconográfico que siguieron los constructores de la fachada principal de la parroquia de Aculco, y que como toda obra de su época debió encerrar un mensaje simbólico, nos es todavía en gran parte desconocido. Ello se debe principalmente a la pérdida de piezas completas y atributos que hemos descrito en este pequeño texto. Los elementos que subsisten -el hermoso relieve de los Desposorios Místicos de Santa Rosa de Lima, el relieve de San Jerónimo Ermitaño, el león y el pescado de las gárgolas, los santos franciscanos- pueden ser sin embargo suficientes para proponer algunas hipótesis sobre el simbolismo de esta fachada barroca. Esperamos, en algún próximo post, comenzar a esbozar algunas de estas propuestas.

viernes, 22 de octubre de 2010

Un patio con aire toledano

Una "vista toledana" de Aculco, hacia 1940.

Hace varias décadas, cuando Aculco se conservaba todavía prácticamente en estado prístino en lo que se refiere a la conservación de su arquitectura tradicional, un escritor apuntó en cierto librito que el pueblo, al mirarlo desde la Plaza del Ojo de Agua y la calle Corregidora, le recordaba vivamente la ciudad de Toledo, España. Sin duda se excedía en la comparación: jamás podría comparase la vieja y monumental ciudad imperial con un pueblito que hasta hace cincuenta o sesenta años no pasaba del medio millar de habitantes. Y sin embargo, había algo en el apretado caserío visto en conjunto que ciertamente hacía pensar en los viejas aldeas de la Península Ibérica; así como a aquél le pareció que se asemejaba a Toledo por su situación en una loma a la orilla del río, otros encontraron semejanza en sus casas con las de Castilla, alguno describió su aire como "moruno" e incluso a mí me parece en ciertos momentos encontrar coincidencias con algún lugar de Andalucía o Extremadura.

La casa del "patio toledano", en Google Streetview.

Fachada norte de la casa, con sus tres sencillas ventanas antiguas. Fotografía de Google Streetview.

Esta es una impresión, decía arriba, de Aculco visto como conjunto. En sus detalles es un pueblo de raíz otomí y espíritu mestizo, indudablemente mexicano. Con todo, no faltan aquí y allá elementos que parecen referirnos directamente a modelos peninsulares, sea porque no fueron habituales en la arquitectura tradicional de Aculco o bien porque podrían insertarse sin problema en el tejido de determinada ciudad española. Es el caso del patio del que hablaremos ahora, un patio de aire toledano.

Inserta en el tejido urbano de Aculco, apenas es posible distinguir los tejados de esta casa de los de las casas vecinas.

Placa del año 1879 colocada en la esquina de la casa.

La casa en la que se encuentra este patio se encuentra en la esquina suroeste del cruce de las calles Corregidora y Aldama, justo en la contraesquina del Ojo de Agua. Su exterior es de una sencillez tal que dudo mucho que alguno de los lectores de este blog se haya fijado alguna vez en ella. Esa misma sencillez es su mayor valor, ya que se inserta sin estridencias, sin falsos orgullos y con la única nota de su antigüedad en el entramado urbano del pueblo. Dignidad y sencillez, ¿para qué pedir más?



Dos vistas del "patio toledano".

El patio de esta casa, con entrada por la calle de Iturbide, tiene al fondo un corredor formado por pilares ochavados sobre un pretil alto y cubierta de tejas sobre vigas de madera que alguna vez tuvieron zapatas labradas, actualmente desaparecidas. Los pilares poligonales son rarísimos en Aculco; quedan restos de su existencia en el edificio del Despacho de Arroyozarco -aunque allá eran de madera apoyados en bases más ancahs de tezontle, lo que debió darles una apariencia muy diferente- y en la planta baja de la portería del convento franciscano, donde existen unas bases de cantera rosa poligonales que sostenían posiblemente también pilares ochavados de madera, pero que fueron sustituídos después por pilares de piedra de sección cuadrada. Así, este patio resulta el único ejemplo conocido (o por lo menos sobreviviente), de una galería porticada sobre pilares poligonales en Aculco.





Cinco ejemplos representativos de patios con pórticos soportados en columnas ochavadas en Toledo.

Así como escaso fue en Aculco, en la ciudad de Toledo es tan abundante la cantidad de patios rodeados de columnatas ochavadas que casi podrían considerarse propios de esa ciudad y presentamos aquí algunos ejemplos representativos. Proceden de una doble herencia, la árabe (presente en monumentos tan importantes como la sinagoga de Santa María La Blanca) y la gótica (con el caso del Palacio de Fuensalida).Por supuesto el patio aculquense es mucho más sencillo y menos antiguo que cualquiera de ellos. Pero comparte con todos un "aire de familia" difícil de negar, por más que, muy posiblemente, su semejanza sólo sea una curiosa casualidad favorecida por los tejados, los aplanados encalados y su aspecto vetusto.

El "patio toledano" de Aculco.

martes, 19 de octubre de 2010

Este otoño se acabó "La Primavera"

El Portal de la Primavera en 2008.

Hasta fines del siglo XIX el límite oriente de la Plaza Mayor de Aculco quedaba señalado únicamente por los muros con arcos invertidos del atrio parroquial, que precisamente ahí alcanzaban su mayor altura y se mostraban imponentes. Sin embargo, para los ayuntamientos de aquella época, utilitarios y mercantilistas, ese espacio vacio frente a la vieja pared colonial desperdiciaba su gran potencial, ya que siendo la corporación propietaria de la plaza podía vender ahí un solar sin que en ello pudiera haber queja de los vecinos y contribuir así aliviar un poco las siempre vacías arcas municipales. Perdido entonces mucho del respeto hacia la Iglesia y sus propiedades por efecto de la Reforma, y recién estrenado un nuevo cementerio junto a la ermita del Calvario para reemplazar al que albergaba el atrio, seguramente no hubo gran oposición para ocultar aquella vista y privatizar un espacio de la plaza, que perdió así cerca de 500 metros cuadrados de superficie divididos en dos solares.

ACTUALIZACIÓN 26 de octubre de 2011: El solar en el que se levantaría el Portal de la Primavera como estaba en 1838. Adosado al muro del atrio se encontraba un "chapitel", especie de capilla abierta hacia la plaza principal.

En el muro posterior de la casa del Portal de la Primavera se observa una extraña diferencia en los planos del muro, que posiblemente se debe a que se apoya en los restos del chapitel.

A la derecha, La Primavera, cuando contaba sólo con la planta baja (antes de 1932).

El solar que quedaba hacia el norte de la escalinata del atrio tardaría todavía muchos años en cercarse y terminarían por instalarse en él las carnicerías, acompañadas de su habitual suciedad, grasosos cazos de chicharrones, fuegos encendidos a la intemperie, etcétera. En cambio, el solar del lado sur fue rápidamente edificado con gran esmero, apreciable en sus detalles de cantería, y el resultado fue una nueva e interesante perspectiva de la plaza, así como el que es quizá el más bello de los portales de Aculco (posteriormente imitado en su gemelo, el Portal de las Carnicerías, de 1974, y en el mucho más reciente y burdo portal nuevo de la Casa de Hidalgo, de 2008).

La Primavera en 1948. Se le ha agregado una planta alta abierta al frente.

No sabemos quién sería el propietario original de este edificio, pero debió ser él quien bautizó a la tienda ubicada ahí como "La Primavera". Desde entonces, tienda y portal fueron conocidos con ese nombre, que se ha conservado hasta nuestros días.

La primavera a principios de la década de 1960. La galería alta ha sido cerrada. Nótese también el cambio de la cubierta plana por un tejado.

Otra vista del edificio en la misma época.

Originalmente, la Casa y Portal de la Primavera constaban de una sola planta, por lo que el remate del muro atrial debió ser visible todavía desde la plaza y la torre del Reloj Público de 1904 se apreciaba desde ella en toda su altura. En su interior sólo existía espacio suficiente para la tienda, con sus portadas de cantería labrada, y alguna bodega. Lo más interesente era el ya mencionado portal de inspiración clásica, con circo arcos carpaneles al frente y dos en sus costados, apoyados en pilastras de correcto estilo toscano sin pedestal. En los ángulos, sendos machones de gran gosor se prolongaban un poco más arriba de la cornisa formando un pretil. En las enjutas de los arcos y sobre los vanos se apreciaba una sencilla decoración de rombos incisa en los aplanados.

La Primavera en la actualidad.

A principios de la década de 1930, la casa fue adquirida por don Evodio Ángeles Morales, uno de los principales propietarios de fincas urbanas en Aculco por aquelllos años. Fue él quien le agregó una segunda planta (resolviendo así el problema del reducido espacio interior) y dejó testimonio del hecho en una lápida colocada en su costado sur. En un principio, esta segunda planta repetía la disposición de la planta original, es decir, habitaciones en la parte posterior y una galería abierta al frente, con dos cuepos laterales cerrados en los que aparecía repetido el trazo de los arcos de los bajos.

Fachada posterior, hacia el atrio de la parroquia.

Detalle sobreviviente de la antigua decoración, sobre uno de los balcones que dan al atrio.

Tal disposición no habría de durar mucho tiempo, ya que don Evodio terminó por cerrar la galería dejando la fachada principal en su disposición actual, con balcones alargados por encima de cada uno de los antiguos arcos. Naturalmente estos cambios afectaron también la fachada posterior, donde se abrieron cuatro balcones y una ventana con cerramiento curvo directamente hacia el atrio, lo que lamentablemente cercenó los arcos invertidos de su muro.

Lápida que conmemora la reedificación de 1932.

Tristemente, esta segunda etapa constructiva del edificio se efectuó con menos recursos que la original y el resultado quedó a al vista: no hubo más detalles de cantería labrada, sino la mampostería simple. Incluso los sillares de los machones del portal se interrumpen en el mismo punto en el que llegaban originalmente y a partir de ahí se edificaron en piedra blanca cubierta de aplanados. A partir de estas transformaciones la tienda recibió el nombre de "La Reforma de la Primavera", aunque en el uso diario todo mundo siguió refiriéndose a ella con su nombre antiguo.

El último letrero que lució la tienda. Fotografía de Aldar Adame tomada de Flickr.

Fachada sur. Con el paso de los años, el sereno aspecto original de esta fachada se ha convertido en una babel de ventanas a la que se suma el caos de cables y postes.

El Portal de la Primavera tuvo gran presencia cívica a lo largo del siglo XX. Fue el sitio elegido por los Ayuntamientos de la décadas de 1940 a 1960 para efectuar el "Baile Popular" con el que se celebraba cada año el aniversario de la Independencia de México (el otro baile, por invitación, se hacía en la Presidencia Municipal). En sus paredes interiores se colocaba el tablón en el que, todavía en nuestros días, se fija el Bando Municipal y otras disposiciones edilicias. La tienda, por su parte, era un caso extraño, siempre llena de clientes y medio vacía de mercancías. El mal surtido era proverbial: se cuenta que alguna vez don Evodio se negó a vender alguno de los efectos a un cliente, y preguntándole este por la razón le respondió "si se lo vendo hoy, ¿qué venderé mañana?".

Detalle del machón sur. En sus sillares se aprecian los daños sufridos por choques de automóviles, filtración de humedad, desgaste mecánico, malas restauraciones y hasta una fallida intención de cubrirlo con aplanado.

Aún así sus bancas siempre estaban llenas de hombres tomando refrescos o cervezas y el mostrador lleno de mujeres comprando. Una de las razones era de índole práctica, pues cuando la lengua otomí aún estaba muy difundida y no existían tiendas en los pueblos y comunidades del municipio, los habitantes de esos puntos acudían a la cabecera los domingos para asistir a misa y realizar ahí sus compras. Y era precisamente esta tienda el único sitio donde los indígenas otomíes eran comprendidos, ya que don Evodio y sus hijos hablaban su idioma. De hecho, ellos deben haber sido los últimos mestizos del pueblo que llegaron a aprenderla. Años después, cuando el otomí ya no era una razón de peso, en los tiempos en que yo la conocí, "La Primavera" seguía a pesar de todo tan llena y tan mal surtida como antes. Si alguien sabe las razones, que me lo explique.

En meses recientes, la deteriorada cubierta fue retirada para evitar un colaopso de la planta alta. Sin embargo, parece no haber una seria intención de restaurarla.

La mermada salud de Gustavo Ángeles Pérez, el hijo menor de don Evodio y propietario de la tienda a su muerte, llevó a que el comercio se transformara hace pocos años hacia el formato de autoservicio, sin cambiar por ello su nombre habitual. Pero el cambio parece haber sido poco favorable económicamente, ya que hace apenas unas semanas La Primavera ha cerrado definitivamente. Se ha perdido así una más de las típicas y últimas "tiendas de pueblo" que antaño significaban todo el comercio de Aculco.


Dos vistas del nuevo restaurante "El Rincón del Viejo", en el antiguo local de La Primavera.

Ahora se han abierto de nuevo las viejas puertas con un restaurante, "El Rincón del Viejo" (que se adivina agradable aunque falto todavía del encanto que sólo el tiempo puede dar), que ha iniciado operaciones con gran entusiasmo por parte de sus propietarios y hasta con promoción en las redes sociales como Facebook. Son definitivamente ya otros tiempos. Ojalá "El Rincón del Viejo" tenga éxito y logre al paso de los años crear su propia tradición como la tuvo la antigua tienda. Y hacemos votos para que, por lo menos, el portal nunca pierda su viejo nombre de "La Primavera".

Vista nocturna.

jueves, 14 de octubre de 2010

"El Despacho" de Arroyozarco

Baluarte, garitón y muralla sur del edificio de "El Despacho" de Arroyozarco.

Garitón sureste del edificio.

Comentábamos hace unos meses que el casco de la hacienda de Arroyozarco no conformaba un conjunto compacto, sino que sus principales edificios se encontraban separados y aún relativamente distantes unos de otros. De entre ellos, nos hemos referido ya a la capilla, al molino y al mesón u hotel de diligencias. Esta vez hablaremos de un inmueble arroyozarqueño más, el que a principios del siglo XX llevaba el nombre de "El Despacho".

Plano del edificio de 1768, trazado a raíz de la expulsión de los jesuitas el año anterior.

En esta fotografía, obtenida a través de Google Streetview, es posible observar las fachadas sur y oriente del edificio. Adviértase el aire de fortaleza resaltado por los garitones de las esquinas, los muros ciegos y las almenas aisladas.

Fachada poniente, semioculta por construcciones más recientes. A la derecha, el baluarte poligonal.

Acceso tapiado en la fachada oriente. La cartela de la parte superior no tiene inscripción.

Lavamanos mutilado situado al lado derecho del acceso tapiado.

Como su nombre indica, este inmueble concentraban en aquella época las labores administrativas de la finca. Sin embargo, cumplía simultáneamente otras dos funciones sumamente importantes para ella: la defensiva y la de almacenamiento. En efecto, desde los planos mismos dibujados en 1768 se advierte que se trata de un gran edificio fortificado cuyos cuerpos principales están formados por bodegas y trojes. Adviértase, por ejemplo, esa especie de baluarte poligonal que lo jalonaba en su esquina suroeste y los pocos vanos de sus muros exteriores (ventanas a gran altura con barrotes de madera casi todos ellos). Su situación, en la cumbre de una loma que domina los edificios de la casa vieja", el corral de las mulas y el mesón subrayan esta condición protectora, lo mismo que las almenas y garitones que coronan sus altos muros, agregadas según parece con posterioridad.

Portada del edificio que daba hacia la hera. Se advierte todavía el enlosado de ésta.

Detalle de la fachada, con una ventana con repisón y ménsulas. Nótese la sustitución de la cubierta original por lámina metálica.

Cruz sobre el acceso que daba hacia la hera. Existió una cruz semejante al otro extremo de la fachada, de la que sólo quedan unos pocos vestigios.

La parte principal del edificio estaba formada por un gran cuadrángulo, cuyos lados norte y poniente correspondían a dos grandes trojes, mientras que el costado poniente y el sur estaban ocupados por cuartos de apero, cocina, recámaras y sala. En el vacío patio sólo existía una cocina. Hacia el exterior, el edificio contaba con una hera y aventadero, así como un espiguero de dos naves donde se almacenaba el grano antes de ser trillado. Un par de "trojes de madera con sus portales de teja" cerca de su fachada oriente completaban el conjunto. Según los planos de 1768 se le denominaba entonces a este inmueble "fábrica donde vive el mayordomo y su ayudante".

Fachada interna de la troje que ocupa casi toda el ala norte del edificio.

La puerta de madera claveteada de esta troje.

Troje de dos naves que forma el costado poniente del edificio. Al fondo, el espacio destechado de la cabecera poligonal o baluarte.

En su mayor parte, esta troje está divida por un tapanco.

Pilar en el que se apoyaba la techumbre del baluarte y garitón en uno de sus ángulos.

Escalera de madera de acceso al tapanco.

Aquel edificio representado en los planos se conserva hoy en día en sus partes esenciales. Las excepciones son las trojes exteriores de madera (que quizá fueron parecidas a la troje contemporánea también construida por los jesuitas que subsiste en la igualmente mexiquense hacienda La Gavia), el espiguero de dos naves anexo a la hera (de ésta se conservan los enlosados del piso más no sus muretes), y las habitaciones que se encontraban a los lados del zaguán, de las que sólo quedan algunas paredes.

A cambio, en épocas posteriores se le agregaron elementos muy importantes como el hermoso portal de arcos de cantera de la fachada norte, una segunda planta para oficinas en su esquina noreste, una troje apoyada en columnas de madera sobre la que ya forma su ala norte, un tapanco que dividió la gran altura de la troje del lado poniente, una pequeña muralla de piedra hacia el sur y en fin, los garitones, almenas aisladas y remates neoclásicos que intentaron dulcificar sus adustos muros. Los restos de basas poligonales de tezontle que existen tiradas aquí y allá, así como las columnas de madera también poligonales que encajaban en ellas, no se comprenden fácilmente: puede tratarse de los vestigios de un gran corredor interno ya desaparecido que no fue dibujado en los planos del siglo XVIII, o acaso formaron parte de aquellas trojes de madera perdidas de las que hablábamos arriba.

Pila de ladrillo en el patio.

Grupo de basas de tezontle que sirvieron de apoyo a sendas columnas de madera.

Una de las basas de tezontle monolíticas conservada en su integridad. Su altura es superior a un metro.

Columnas ochavadas de madera. Nótese la espiga que encajaba en las basas de tezontle.

Otra de las basas de tezontle, mutilada en la parte inferior.

El edificio, aunque con ciertas amenazas hacia algunos de sus elementos, se encuentra en relativo buen estado de conservación; por lo menos no parece caminar hacia la ruina como la casa vieja o el decadente mesón. Algunas de sus techumbres, que parecen haber sido todas de viguería y terrado, ya no existen o han sido reemplazadas por lámina metálica. El portal de su fachada es quizá lo más dañado del inmueble, debido a la humedad acumulada y la podredumbre de algunas vigas, pero se advierte una intención de remediarlo en las viguetas de hierro que refuerzan la cubierta. Las construcciones parásitas del interior y exterior, aunque ocultan algunos de sus valores arquitectónicos, también contribuyen en cierta medida a su protección.

Troje con columnas de madera en la segunda planta.

Escalones en la escalinata de acceso a la troje superior.


Columnas de madera y cantera que apoyan la escalinata.

Leñera ubicada bajo la escalera.

De pocos edificios coloniales en México que se conserven en un estado tal que permita su restauración, se conservan planos y otros testimonios tan completos como en el caso de "El Despacho". Aunque en su estado actual el edificio puede conservarse sin deterioro mayor indefinidamente, sería verdaderamente afortunado verlo recuperar algún día todo su esplendor y admirarlo, libre de las construcciones que hoy en día lo impiden, coronando la loma desde la que protegía al resto de los edificios de la hacienda de Arroyozarco.

Área de oficinas del edificio de "El Despacho".

Vista desde la planta alta del área de oficinas hacia la plaza y el mesón.

Puertas internas del área de ofcinas.

Ventana del siglo XIX.

Portal que ocupa la mitad izquierda de la fachada norte del edificio.

Acceso hacia el portal. Esta portada lleva la cifra del año 1925 en la clave.

Remate neoclásico