viernes, 25 de febrero de 2011

Santa Ana Matlavat: un posible punto de la peregrinación azteca

Vista de la capilla de Santa Ana Matlavat desde la parte posterior, como estaba en 1995.

A escasos siete kilómetros al norte de la cabecera de Aculco y dentro de su territorio municipal, se encuentra el antiguo pueblo de Santa Ana Matlavat. Sitio al que en documentos del siglo XVIII se le llama también Santa Ana de la Cañada, debido al gran tajo que nace cerca del cerro de Jurica, en Arroyozarco, y que extendiéndose de oriente a poniente se interpone a medio camino entre aquellas dos poblaciones.

El pueblo de Santa Ana, no obstante su reducido tamaño (hacia 1712 su población no llegaba quizá a los ocho indios tributarios según la Composición de Tierras que se conserva en el Archivo Histórico Municipal), es uno de los más antiguos de la región. De ello da fe en primer lugar el ábside ochavado y almenado de su capilla, indudablemente del siglo XVI, que quizá fue en su origen una capilla abierta aislada. Pero es sobre todo su posible relación con la ruta de la peregrinación de los aztecas hacia el Valle de México lo que podría remontar su origen a unos novecientos años en el pasado.

El glifo de Matlahuacallan como punto de estancia de los aztecas durante su peregrinación hacia el centro de México, Códice Azcatitlán, l. 6 (detalle).

En efecto, Paul Kirchhoff identificó a Santa Ana Matlavat con el Matlahuacallan ("lugar de los matlahuacales", es decir, redes con armazón rígida) o Tematlahualco ("lugar de los poseeores de redes con [las que se lanzan] piedras", esto es hondas) que mencionan las crónicas del éxodo mexica, tales como los Anales de Cuautitlán. El notable etnólogo alemán fue incluso más allá, al pensar que este pueblo podría ser el mismo de Acahualcingo o Acahualtzinco que otras relaciones históricas mencionan en lugar de aquellos parajes. Tras estudiar diversos documentos, en particular mercedes de tierras otorgadas en las últimas dos décadas del siglo XVI en esa zona, es seguro afirmar que se trató de sitios distintos, y que San Jerónimo Acahualcingo se situó escasos kilómetros más hacia el noroeste, muy cerca de San Antonio Polotitlán. Esta discusión no es intrascendente, pues en Acahualcingo, los aztecas “ataron por primera vez la cuenta de sus años”, es decir, comenzaron a medir sus ciclos de 52 años a la manera mesoamericana. Un hecho que simboliza el abandono de las costumbres de los grupos del norte de donde procedían y la adopción de las costumbres más refinadas del centro de México. En su Memorial breve de la fundación de Culhuacan, el cronista indio Domingo Francisco de San Antón Muñón Chimalpahin registra este hecho en el ome acatl xihuitl, año 2.caña, el 1091 de la cuenta occidental, "Nican ypan in yn icceppa yancuican oncan quilpillico yn inxiuhtlapohual huehuetque mexica azteca teochichimeca oncan yn Acahualtzinco ynahuac S[an] Juan del Río.”. Es decir, "aquí en este [año] cuando [por] primera vez primeramente lo atan el su amarre de años los ancianos mexis aztecas teochichimecas allá en el Acahualtzingo cerca de San Juan del Río".

Cruz pasionaria en el remate de la fachada.

Mencionamos líneas arriba que la raíz etimológica principal del nombre Matlavat parece ser matlatl, "red". Sin embargo, creemos que otra posibilidad es la palabra matlactli, que en náhuatl significa "diez". Eso explicaría el numeral 10 representado con círculos en la base de piedra de la cruz pasionaria que corona la fachada de la capilla de este pueblo. Pero si observamos el peculiar labrado de esta base, notaremos que también podría referirse por sus formas al glifo calli, "casa", que agregado al numeral nos daría una fecha calendárica mesoamericana: matlactli calli xihuitl, esto es, "año 10.casa". ¿Es éste el nombre original del pueblo de Matlavat, Matlactli-calli? ¿O la piedra en cuestión es una simple fecha, como las que al modo prehispánico fueron labradas en varios conventos del siglo XVI. En este último caso, y tomando en cuenta los ciclos de 52 años del calendario indígena, podría referirse a los años de 1541 ó 1593 y señalaría quizá la fecha de edificación de la primitiva capilla.


Glifos calendáricos con la cifra 10.casa del Codex mexicanus. Compárense con el pedestal de la cruz pasionaria.

Como ya dijimos, sospechamos que el templo de Santa Ana Matlavat debió ser en su origen una capilla abierta aislada -tipología arquitectónica descubierta y estudiada por el arquitecto Juan Benito Artigas- que se refiere a los templos de las primeras etapas de la evangelización que contaban con un presbiterio techado que se abría hacia el atrio, el cual funcionaba como nave descubierta, y que no eran anexos de una casa conventual o una iglesia techada. Lo creemos así pues el presbiterio -con su ábside ochavado, almenas en el remate, ventana triangular en el testero y cubierta plana sostenida por vigas sobre grandes zapatas- parece ser obra del siglo XVI y anterior a la edificación de la nave, fachada principal y torre.

Ábside ochavado y almenado de la capilla.

Sobre éstas últimas, hay que señalar que se cuentan entre las más sencillas de todos los templos virreinales del municipio. La nave, con una sola ventana en el muro de la derecha, se apoya en tres contrafuertes en cada costado y está cubierta de teja. La fachada principal adopta una curiosa forma piramidal a causa de los contrafuertes inclinados a cada lado y el piñón escalonado del remate, coronado por la cruz pasionaria ya mencionada. A la altura del coro, se abre una sencillísima y pequeña ventan con cerramiento curvo, protegida en la parte superior por una tosca moldura. El acceso se abre bajo un arco apenas moldurado apoyado en impostas soportadas por las poco adornadas jambas. Encima, un cornizuelo descentrado recalca la ingenuidad del conjunto. Es notable la puerta, casetonada y con cruces en sus dos hojas. La torre se desplanta sobre un basamento de la misma altura de la portada, sobre el que se escalonan tres cuerpos de mayor a menor, separados por cornisas, abiertos en sus lados por arcos, con remates quizá de intención ya neoclásica en el segundo cuerpo y un orbe con cruz en la cúspide.

Vista general de la fachada principal. Obsérvese su silueta "piramidal".

Ventana del coro y acceso a la capilla.

Torre de la capilla.

En el atrio, limitado apenas por un murete de poca altura, se encuentra la cruz atrial, sobre un basamento escalonado, resaltado al frente, que, como ocurre con la fachada, le asemeja a una pirámide. En la cara que mira hacia la capilla se abre la hornacina característica de este tipo de monumentos en los pueblos mazahuas y otomíes de los estados de México y Querétaro.

Vista frontal de la cruz atrial.

Aunque no aparece en estas fotografías, al interior de la capilla existe uno de los dos retablos barrocos que sobreviven en el municipio. Se trata de un altar lateral, incompleto, con una hornacina y un par de columnas salomónicas, todo dorado y policromado. Según la tradición, procede de la parroquia de San Jerónimo y fue traído aquí a mediados del siglo XIX, cuando la moda neoclásica reemplazo su decoración original y los despojos que se hallaban en mejor estado de conservación fueron repartidos entre las capillas de la jurisdicción parroquial.

Muro lateral de la nave, apoyado en contrafuertes. Nótese la ausencia de vanos de iluminación.

Frontera a la antigua capilla de Santa Ana Matlavat se comenzó a edificar hace ya varias décadas un nuevo templo de mayo capacidad. Tratando de imitar las formas coloniales sin cuidar las proporciones, técnicas y materiales constructivos, el resultado no podía ser demasiado bueno. Así, su torre de cantera rosa con machones esquineros de mal colado concreto aparente indican descuido en su concepción y construcción; la cúpula acristalada, con su esmirriada e inútil linternilla, es un engendro a medio camino entre la arquitectura tradicional y la contemporánea; la fachada inconclusa con tres accesos es todavía una incógnita y el muro atrial, de arcos invertidos de tabicón con el resalte de los castillos de concreto aparente es ejemplo de un neobarroquismo pobre, ramplón y triste. No podían faltar para complementar el lamentable conjunto el abigarrado grupo de postes de luz y de teléfono, cables, transformadores, botes de basura y tinacos.



Dos vistas de la capilla nueva de SAnta Ana Matlavat.

NOTA: La mayor parte de las fotografías de Santa Ana Matlavat son de Víctor Manuel Lara Bayón.

FUENTES: Kirchhof, Paul. “¿Se puede localizar Aztlán?” en Monjaras-Ruiz, Jesús et al. (recopiladores). Mesoamérica y centro de México. México, 1985. INAH. Pág. 331.