viernes, 26 de agosto de 2011

San José el Exiguo

Detalle de la imagen de San José.

Por décadas, por lo menos nueve y posiblemente más, la hornacina esquinera de la casa de don Juan Lara Alva permaneció vacía, sin el menor vestigio que pudiera indicar qué imagen religiosa albergó bajo la concha barroca de su cerramiento. Sin embargo, hace unos días, cuando vagaba por la Plaza Juárez, me di cuenta de que ahora ocupa ese lugar una pequeña -en verdad pequeñísima- imagen de San José elaborada en cantera rosa. Una imagen tan insignificante que supongo pocos transeúntes se han percatado de su presencia.

Hace un año, el nicho esquinero vacío.

La hornacina con San José, mediados de agosto de 2011 (sí, ahí está aunque casi no se vea).

Este tipo de nichos domésticos parece haber sido relativamente frecuente en las casas aculquenses. En la fachada de la Casa de los Arcos, en el lienzo sur de la Plaza de la Constitución y mirando al interior del portal, se puede apreciar otro que resguarda una cruz. La casa de los Terreros tuvo también su hornacina en uno de sus corredores. La particularidad del nicho de la casa de don Juan Lara Alva es el hallarse colocado en una esquina, la que forman las calles Juárez y José Canal.

Casi con certeza se pueda datar esta hornacina en el siglo XVIII, por detalles como el cerramiento en forma de concha y los róleos que adornan la peana. Parece inspirada directamente en los nichos mucho más elaborados y finos que tachonan la fachada del templo parroquial, y de ser así tendría además un valor testimonial muy grande, ya que aquellos han perdido su peana y éste la conserva. Si bien su material constructivo es la humilde piedra blanca de Aculco, sus proporciones son bastante correctas. Al interior se observan algunos vestigios de aplanado y pintura blanca y roja que parecen indicar un acabado mucho más colorido, por desgracia ya perdido.

Un acercamiento al nicho y al santo.

Pero volvamos a la escultura de San José ahora incorporada al viejo nicho. Se trata de una talla moderna que no debe rebasar los 30 centímetros: así de menguada resulta la pobre efigie del Patriarca. Su rigidez y pobreza expresiva, la poca naturalidad, el infantil trazo de los ojos y los orificios nasales, denotan una mano inhábil aunque, viéndolo bien, ¿qué podríamos exigir en una imagen tan pequeña cuyo fin es colocarla en alto donde, si ya es difícil ver la imagen, poco se percibirá la mala hechura de sus detalles?

La escultura no aporta nada a la antigua hornacina de la casa de don Juan Lara Alva. Tampoco le resta mucho, ya que el visitante observador se percatará enseguida de que se trata de un añadido sin valor y la disculpará con condescendencia hacia el entusiasta de pocas luces que la colocó. Sin duda, casa y nicho merecían algo mejor, mucho mejor.

Sólo situándose al pie del muro se pueden observar los detalles de la imagen.

No podemos saber si la escultura prosperará en el sitio y si en estos secularizados tiempos despertará alguna devoción. Pero desde aquí, al ver su esmirriado porte, me atrevo a proponer su veneración bajo la advocación de San José el Exiguo, que espero se vuelva tradicional. Le viene como anillo al dedo.

ACTUALIZACIÓN 24 de octubre de 2011: El nicho vacío en una fotografía de 1909.