lunes, 7 de noviembre de 2011

El kiosco

El kiosco, visto de su lado norte.

Durante el Porfiriato, una de las principales preocupaciones cotidianas de las autoridades de distintos niveles de nuestro país fue el hermoseamiento y dotación de servicios a los poblados de su jurisdicción, desde las grandes ciudades hasta las cabeceras municipales. Fue en aquellos tiempos que cientos de plazas en los centros de los pueblos fueron transformadas en jardines y, casi invariablemente, se colocaron al centro de ellos kioscos o pabellones de música: un tipo de construcción adoptado primero en Francia pero con raíces en el cercano oriente (su nombre mismo proviene del persa), que al pasar a México se popularizó quizá como en ningún otro país. De hecho, mientras que fuera de nuestra nación los kioscos suelen ocupar un lugar lateral en las plazas, aquí normalmente ocupan su centro mismo.

Vista del kiosco en su estado original, en la década de 1950.

Un ángulo parecido, en la actualidad. Nótese que el antiguo jardín ocupaba apenas una fracción del actual.

El ornato de las tres principales plazas de Aculco se llevó a cabo en diversas etapas a partir de 1889, siendo presidente municipal Amado Basurto. En la Plaza de la Constitución se edificó un terraplén limitado por muros de piedra para nivelar un espacio relativamente pequeño en el que se plantó un jardín que lucía entre otras especies arbóreas truenos y cipreses. Las calzadas al interior del jardín fueron pavimentadas con lajas. Una citarilla limitada a trechos por pilares cortos de estilo toscano formaba el pretil sobre los muros.

Familia en la Plaza de la Constitución de Aculco en la década de 1930. Al fondo asoma una parte del kiosco.

Al centro se levantó, por supuesto, un kiosco octogonal con base de cantera rosa con pilastras acanaladas en los ángulos y molduración corrida en la base y en la parte superior, resaltada en las esquinas. Cada cara de esta base mostraba un enmarcamiento remetido y al centro un óvalo inciso con un sencillo adorno vegetal en su interior (excepto la que mira al norte, donde se abre una puerta por la que se accede al pozo que existe bajo el kiosco, y la del poniente, donde se alza la escalinata). Dos de estos óvalos tienen sendas inscripciones: "[AY]UNTAMIENTO DE 1889" y "[RECON]STRUIDO POR AYUNTAMIENTO [????]" Por encima de esta base se desplantaba la antigua cubierta, metálica y acanalada, apoyada en delgadas columnas de cantera.

El kiosco ya transformado con una cubierta de concreto en la década de 1960.

En algún momento de la década de 1960 la cubierta metálica del kiosco fue reemplazada por otra de concreto apoyada en columnas del mismo material. En los intercolumnios se colocó una celosía que pretendía, sin conseguirlo, imitar la citarilla antigua del jardín. Luego, en 1974, con el Programa Echeverría de Remodelación de Pueblos, el arquitecto Francisco Artigas intentó mejorar la apariencia estética del kiosco sobre la misma estructura de concreto: las columnas cilíndricas fueron forradas de madera pintada en negro para semejar pilares de sección cuadrangular rebajados en los ángulos; al interior se colocaron unas zapatas de madera sin ninguna razón de soporte real o figurada; en vez de la celosía, se colocaron gruesos maderos entre las columnas. Sobre el techo se le colocó ladrillo delgado y en el remate una especie de punta de lanza sustituyó a la esfera colocada anteriormente. De tal manera luce ahora como un edificio híbrido, la mitad -en su base- porfiriano y la otra mitad pseudocolonial o mejor sería decir rústico. Las citarillas y pilastras de 1889 que lo rodeaban desaparecieron también entonces, se amplió el espacio ajardinado, se plantaron casuarinas, juníperos y magnolias, y el nuevo jardín quedó, salvo algunas modificaciones menores (como las rejas que delimitan los prados, agregadas en la década de 1990), prácticamente en el mismo estado en el que se puede ver hoy en día.


Inscripciones en la base del kiosco. Nótese el deterioro de la piedra a causa de la humedad.

Que el aspecto actual del kiosco no sea el más adecuado de acuerdo con la parte original que se conserva es, en realidad, cosa de poca importancia. Tampoco lo es quizá que se haya intentado remarcar sus relieves con pintura negra y que esa acción, además de pésimamente realizada e inconclusa, le haga lucir desaliñado. Lo verdaderamente lamentable es el acelerado proceso de destrucción de los sillares de la base de cantera rosa por efecto de la humedad. Como se puede observar en las viejas fotografías, no existía anteriormente un ajardinamiento inmediato al kiosco, lo que permitió que las piedras se conservaran en buen estado durante casi cien años. A partir de 1974 esa situación se alteró, y aunque en el sentido ornamental luce ahora mejor con las plantas inmediatas, lo cierto es que están provocando la destrucción de esta construcción tan representativa de Aculco.

El kiosco visto desde el oriente.