miércoles, 27 de noviembre de 2013

Aquellos ojos verdes (2012), un corto de Joe Rendón

En varias ocasiones anteriores he hablado en este blog de las veces que las calles y paisajes de Aculco han servido de locación para la filmación de películas, cortometrajes, videos musicales, documentales, telenovelas o anuncios de cine y televisión. Aquella lista ha crecido en años recientes no sólo al descubrir alguna producción hecha en nuestro pueblo de la que no tenía noticia, sino también por la creación de nuevos filmes de todo tipo enmarcados principalmente en la arquitectura tradicional del lugar, así como en sitios específicos como la cascada de La Concepción.

Es curioso, pero la mayoría de las veces los realizadores de estos trabajos poco se ocupan por difundirlos en los lugares en que fueron producidos (con excepción de las telenovelas, que por el alcance y penetración de la televisión en los hogares mexicanos, no necesitan hacerlo). De ello resulta que, aunque con relativa frecuencia vemos cámaras rodando escenas en las calles de Aculco, muchas veces acabemos sin tener idea ni de la historia ni del resultado final de la filmación.

Algo así pasó con Aquellos ojos verdes, un cortometraje de Joe Rendón con locaciones interiores y exteriores en Aculco. A muchos emocionó la presencia de Héctor Suárez en el pueblo e incluso se difundió una entrevista con él hecha para un medio local de Jilotepec. Pero pasó el tiempo y estoy seguro de que pocos aculquenses habrán visto el cortometraje. La buena noticia es que ahora pueden verlo aquí en Vimeo. Enseguida, mostramos algunos stills de este cortometraje, en el que ciertamente no se escatimaron las tomas de Aculco, principalmente en la Casa de don Juan Lara Alva, la calle de Iturbide, el Portal de los Arcos, la Calle de Morelos y la Quesería Lupy, el atrio de la parroquia, etcétera.

Ficha del corto

En el ocaso de la enfermedad de su esposa, don Jaime, un viejo sastre mexicano se embarcará en su rutina diaria y, poco a poco, va a redescubrir la belleza en las pequeñas sorpresas de la vida, sólo para volver a casa y compartir con ella un acto final de amor incondicional.

Cortometraje mexicano dirigido por Joe Rendón. Seleccionado para "la esquina del cortometraje" del Festival de Cannes en 2012, así como en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara 2012, el Festival de Cine Latino de Puerto Rico, el Festival Internacional de Cine de Guanajuato 2012, Ty el Festival Internacional de Cine de Tenerife 2012.

Reparto: Héctor Suarez, Rodolfo Nevarez, Valeria Maldonado, Pablo Astiazarán, Rafael León, Miriam Calderón.

Fotografía: Khristian Olivares

Música Original: Andrés Franco Medina-Mora

Edición: Alan de Luca Brown / Joe Rendón

Escrito y dirigido por Joe Rendón

Corrección de color: New Art Digital, Mexico.

viernes, 22 de noviembre de 2013

La casa de Bernarda Alba y sus locaciones en Aculco

El gran poeta y dramaturgo español Federico García Lorca escribió la obra teatral en tres actos La casa de Bernarda Alba -considerada por muchos críticos el mejor de sus trabajos- en 1936, el mismo año de su injusta muerte, fusilado en plena Guerra Civil Española. En La casa de Bernarda Alba, Lorca intentó retratar la "España profunda" de la época: una mujer de 60 años, Bernarda, que acaba de enviudar y ejerce dooe matriarca de una familia formada enteramente por mujeres (incluso las criadas), decide que todas deben guardar luto por el marido muerto durante ocho años. La única libre del luto es la hija mayor, Angustias, cercana ya a los 40 años pero próxima a casarse con un personaje que nunca aparece en escena, Pepe El Romano, y que además es la heredera de la mayor parte del patrimonio dejado por el padre. Todas las mujeres de la casa sufren el encierro impuesto por Bernarda, la ausencia de futuro y al mismo tiempo fantasean con Pepe El Romano. A quien por cierto, no le atrae tanto la madurez y bienes de Angustias sino la juventud de la hija menor, Adela.

Sólo hasta 1945 este drama fue publicado y estrenada en los escenarios teatrales por Margarita Xirgu.

El director de cine Luis Buñuel, gran amigo de Lorca desde sus años en la Residencia de Estudiantes de Madrid (donde también trabó amistad con Salvador Dalí, Rafael Alberti y Juan Ramón Jiménez), emigró en 1925 a Francia y realizó allá sus primeras películas. Filmó allí su famoso cortometraje surrealista Un perro andaluz (1928), título con el que Lorca se sintió ofendido y llegó a decir "Buñuel ha hecho una mierdecita así de pequeñita que se llama Un perro andaluz; y ese perro andaluz soy yo". Buñuel siempre negó la alusión a su amigo.

Después de un largo periplo por Francia, España y Estados Unidos a la caza de proyectos de cine que muchas veces se frustraron, en un momento en que se encontraba sin dinero y sin proyectos, Buñuel se encontró en 1946 en una cena en Los Ángeles, California, con Denise, viuda del protagonista de Un perro andaluz, que se había vuelto a casar con el productor Ronald Tual. Por entonces proyectaban casualmente rodar una versión fílmica de La casa de Bernarda Alba e invitó a Buñuel a dirigirla. Al principio Buñuel se negó, pero no tenía en realidad tantas opciones como para persistir en su negativa. Así que acompañó a Denise a México, desde donde volarían de regreso a París. Pero al llegar a nuestro país se enteraron de que los derechos de la obra habían sido vendidos ya a otra productora que había ofrecido más dinero que ellos.

Si al principio debió sentir una enorme frustración por hallarse nuevamente sin proyectos y en un país extraño, lo cierto es que México acogió rápidamente a Buñuel y nuestro país acabaría por convertirse en su segunda patria, hasta el punto de naturalizarse mexicano. Entre México y Francia realizaría prácticamente todas las películas que le dieron fama. Pero afirman que siempre le quedó la desilusión de no haber logrado filmar aquella película basada en la obra de su amigo Lorca que, inesperadamente, lo había traído a tierras mexicanas.

Gustavo Alatriste, amigo de Buñuel y productor de algunas de sus mejores películas -como Viridiana (1961), El ángel exterminador (1962) y Simón del desierto (1965)- decidió en 1980 convertir aquel sueño de Buñuel en realidad. Así, produjo y dirigió una versión cinematográfica de La Casa de Bernarda Alba que dedicó al propio director español ("a don Luis Buñuel, por las horas muertas en las que me platicaba de Federico") y aderezó con algunos guiños surrealistas siguiendo el estilo del director aragonés. Apegada en su mayor parte a la obra teatral de Lorca, no deja sin embargo detalles a la imaginación del espectador, sino que casi cada diálogo que se refiere a sucesos vistos u oídos por los protagonistas, pero que no aparecen representados, se transforma en la película en una escena real. Incluso la presencia de Pepe El Romano, que en el drama es continua pero tácita, Alatriste la convirtió en un repetido rondar del actor que lo encarna, Manuel Capetillo Jr., junto a los muros y rejas de la casa.

Y es aquí donde entra a escena -literalmente- Aculco, pues todos los exteriores de la película fueron rodados en nuestro pueblo, aprovechando ese aire extremeño-andaluz de su arquitectura. La Casa de don Juan Lara Alva -extraña coincidencia de apellidos- fue elegida para aparecer como la propia morada de Bernarda Alba, sobre todo en su fachada pero también en alguna toma interior. Incluso el diseño de la escenografía en foro para los interiores parece basarse en la casa aculquense, aunque adaptado a la obra, reducido en dimensiones y estilizado en sus detalles para crear mejor el ambiente de una casa andaluza. Otras locaciones aprovechadas por el director fueron el atrio de la parroquia, la bajadilla que va del mismo atrio hacia la Plazuela Hidalgo, el corral de la Casa de la familia Lara Mondragón, la calzada llamada La Ceja y la calle Juárez.

Lo mejor, sin duda, de la película La casa de Bernarda Alba fue el reparto, encabezado por la reconocida actriz española Amparo Rivelles, fallecida hace apenas unos días, en el papel de Bernarda Alba. Magda Guzmán representaba a Poncia, la criada más vieja de la casa, Rosenda Monteros aparecía como Martirio y Laura Cepeda como la hija menor, Adela. Pepe El Romano, ya lo hemos dicho, lo encarnó un jovencísimo Manuel Capetillo Jr. En la página de internet de IMDB es posible ver la ficha completa con otros detalles de este filme.

La Casa de Bernarda Alba de Alatriste fue estrenada en 1982, pero yo no pude verla completa hasta hace unos pocos meses. Probablemente muchos aculquenses tampoco llegaron a verla en el cine, pero aquellos que presenciaron la filmación, o que incluso participaron como extras, seguramente conservan aún buenas memorias de aquellos momentos, fotografías o tal vez alguna anécdota. Yo recuerdo, sobre todo, aquel hermoso caballo retinto de Capetillo que me quedaba literalmente al alcance de la mano, pues durante varios días guardaron en la caballeriza de la casa de mis abuelos.

En este enlace de Youtube puedes ver completa la película La Casa de Bernarda Alba.

Pero ya sabemos que de Aculco hay mucho que fue y ya no es. Al ver la película, admire el espectador el arbolado de la calle Juárez y compárelo con su aspecto actual, en el que muchos árboles han muerto, otros tantos han sido talados y el resto luce como muñones después de las podas a las que los sometió la Comisión Federal de Electricidad para evitar que las ramas dañaran los cables de energía eléctrica.

domingo, 17 de noviembre de 2013

La Virgen de Guadalupe en Aculco

La difusión del culto a la Virgen de Guadalupe en la Nueva España es un asunto que ha recibido la atención de diversos investigadores. Más allá de la Ciudad de México, su sitio de origen, donde los testimonios más antiguos dan fe de la gran devoción que despertaba entre los naturales y españoles, a lo largo del siglo XVI son muy pocos los lugares en lo que se ha demostrado la existencia de la veneración a la imagen del Tepeyac. Parece ser que el culto al interior del territorio novohispano alcanzó primero las ciudades criollas que los pueblos de indios por una razón muy clara: si bien es cierto que los franciscanos que evangelizaban buena parte del virreinato mostraron siempre una especial veneración por María en su advocación de la Inmaculada Concepción (a la que iconográficamente puede asociarse la Virgen de Guadalupe), también es muy cierto que, al trabajar directamente con los indígenas, recelaban de las imágenes -como aquella- en la que percibían algún sincretismo o resabio de idolatría. Lo cierto es que "de manera paulatina, pero firme, esta devoción se extendió durante la década de los años treinta del siglo XVII hacia urbes como San Luis Potosí, Valladolid, Puebla, Guadalajara y Zacatecas".(1) La secularización de las doctrinas en manos de los misioneros para entregarlas a sacerdotes diocesanos, iniciada en el siglo XVI pero impulsada sobre todo a partir de 1749, favoreció asimismo su difusión en los pueblos de menor importancia.

Más allá de ello, fue sin duda la Nueva España barroca, orgullosa y ostentosa, que convertía la vida cotidiana en todo un teatro de maravillas, que en las fiestas exaltaba su riqueza y desbocada imaginación; ávida de milagros, sucesos sobrenaturales, que se sabía ya diferente de España y encontraba en todo -el paisaje, la mezcla étnica, la fauna, los alimentos, las costumbres y las devociones- razones para sentirse única, fue ella la que con mayor vehemencia exaltó y extendió el culto a la Virgen de Guadalupe. Como escribió Carlos Herejón Peredo:

[El período] de 1732 a 1756 de distingue por la marcha vertiginosa del culto guadalupano a través del púlpito [...]. Anteriormente la Inmaculada Concepción había sido el tema mariano más pregonado en el púlpito. En adelante la Virgen de Guadalupe lo desplaza, o mejor dicho lo reasume. Al mismo tiempo ocurren las mayores sanciones oficiales al culto guadalupano: en 1737 la Virgen de Guadalupe es declarada patrona de la Ciudad de México y nueve años más tarde de toda la Nueva España; en 1754 el Papa Benedicto XIV aprueba el patronato nacional y concede y oficio y misa propios a la festividad del 12 de diciembre [...]. México entraba con credencial propia y distinguida al universo de las naciones.(2)

Aunque la tradición cuenta que al conocer la copia de la imagen de la Virgen de Guadalupe pintada por el afamado Miguel Cabrera, el Papa exclamó la frase tomada del Salmo 147 Non fecit taliter omini nationi ("no hizo cosa tal por pueblo alguno"), lo cierto es que la arrogante Nueva España le había ya adjudicado el epígrafe a la imagen por lo menos desde 1681.(3)

¿Cómo saber cuándo arribó y cuándo adquirió fuerza el culto guadalupano en Aculco? Es un asunto de difícil, pero quizá no imposible solución: consultando los libros sacramentales que se conservan en el archivo parroquial, algunos de los cuales se remontan a 1606, quizá sea posible señalar alguna década de los siglos XVII o XVIII en los que el nombre de Guadalupe comenzó a hacerse frecuente al bautizar a los niños, particularmente los nacidos el 12 de diciembre. Es sin duda una tarea ardua, pero por fortuna se pueden consultar estos registros en línea, en el sitio www.familysearch.org, lo que facilitará enormemente la tarea a quien decida emprenderla.

Pero hay por cierto un indicio que nos permite suponer que quizá a principios del siglo XVIII la devoción no estaba todavía arraigada en Aculco y se encuentra curiosamente en su más importante monumento arquitectónico: la fachada de la parroquia de San Jerónimo, concluida en 1701. Como recordarán los lectores habituales de este blog, esta fachada lleva en su remate un relieve que representa los desposorios místicos de Santa Rosa de Lima. Resulta significativo que el diseñador de la iconografía de esta portada eligiera dicha escena, que como observó la historiadora de arte Elisa Vargas Lugo reúne a la santa peruana con un indio arrodillado que representa a México, "interpretado con franco espíritu americanista y oficio nativo" (4), en lugar de un relieve guadalupano que habría cumplido mejor su aparente intención nacionalista criolla. Al mismo tiempo, es de destacarase la presencia en la propia fachada de una Inmaculada Concepción no guadalupana en el nicho inmediatamente inferior al de los desposorios y de otra muy bella imagen barroca con la misma advocación en el interior del edificio, lo que partece indicar que, usando las palabras de Herrejón, el culto de una no había sido "reasumido" aún por la otra.

Con todo, es casi seguro que en la segunda mitad del siglo XVIII, y en particular después de la secularización de la parroquia de San Jerónimo Aculco en 1759, el culto a la Virgen del Tepeyac se estableciera ya con firmeza en la región y fue entonces cuando la imagen comenzó a ser reproducida en el arte local, como veremos, tanto en la pintura como en la escultura.

Seguramente la imagen más importante entre las guadalupanas que se conservan en el pueblo es la que se encuentra en la parroquia. Se trata un óleo de factura popular que representa no sólo la imagen misma (con algunos defectos en sus proporciones), sino la tilma en que está imprimada. Sin más indicios que sus características formales y materiales, me parece a mí obra de la segunda mitad del siglo XVIII y me atrevería a situarla entre 1760, poco después de la secularización, y 1799, por su bello marco de calamina similar al que resguarda el gran cuadro de ánimas fechado en este último año. El retablo neoclásico en el que se encuentra, el más cercano al presbiterio del lado de la epístola, seguramente fue destinado desde su origen a albergar esta imagen. En el inventario parroquial levantado el 6 de marzo del 1918 por el cura don Rafael G. Morán, al entregar el templo a su sucesor el presbítero don Antonio Ochoa (del que existe copia en el Archivo Histórico Municipal), se advierte sin embargo que este altar lucía entonces más ornamentado:

ALTAR DE NTRA. SRA. DE GUADALUPE.

1 Cuadro grande, forrado de yarda, con la imagen de Nta. Sra. de Guadalupe, vidrio.

2 Esculturas de Stos. viejos.

1 Crucifijo, metal, en cruz de madera, incrustaciones de concha.

1 Nichito, con vidriera de Sn. Luis Gonzaga.

Otra fotografía de este altar, en el que se distinguen mejor los adornos de flores agregados a la "tilma" en su parte inferior, puedes verla en este blog

.

Hoy en día el segundo cuerpo del altar lo ocupa, coincidentemente, la antigua imagen barroca de la Inmaculada Concepción que mencionamos líneas arriba. Por cierto, el mismo inventario de 1918 nos da noticia de otras imágenes guadalupanas que desconocemos si existen todavía: un óleo en la sacristía (al que se califica de "antiguo") y un par de cuadros de distinto tamaño (uno "mediano" y otro "pequeño") en la capilla de Nenthé, que de ninguna manera coinciden con la pintura venerada actualmente en aquel lugar. Lo que sí existe en la sacristía parroquial es un óleo muy interesante del Divino Rostro, de factura popular y posiblemente de la primera mitad del siglo XIX, en el que se advierte con claridad que fue repintado sobre una guadalupana, pues se percibe aún, con cierta iluminación, el trazo de sus rayos de sol característicos.

Así como la representación más común de la Virgen de Guadalupe fue de manera pintada, siguiendo a la imagen original, no fue rara su elaboración en piedra ya fuera en relieve o como esculturas exentas. Del primer caso, las imágenes en relieve, existen en Aculco dos ejemplos muy semejantes realizados en las claves de sendas portadas del siglo XVIII, ambas además con patrones comunes en su diseño pero diferentes en su factura, lo que hace pensar que son obra de distintos canteros. La primera de estas portadas se ubica en la Plazuela Hidalgo, mirando al norte, y es la más elaborada y fina de las dos. Formalmente es una típica portada del siglo XVIII con el característico alargamiento de jambas hasta la cornisa, basas áticas y molduras que limitan el dintel, relativamente angosta. La clave, como ya dijimos, la ocupa una bien labrada imagen de la virgen de Guadalupe dentro de un enmarcamiento ovalado. Las otras dos canteras que forman el dintel llevan labrados, a su vez, los monogramas de María, a la izquierda, y el de Jesús, a la derecha, ambos enmarcados también en sendos óvalos.

La segunda portada guadalupana de Aculco se encuentra no lejos de la primera, en una casa del lienzo norte de la calle de Morelos, mirando al sur. Perteneciente también al siglo XVIII, es evidente la mayor tosquedad de sus acabados, pero también sus semejanzas formales con la otra portada: alargamiento de jambas, basas áticas, molduraciones junto al dintel y clave adornada con la imagen de la Virgen de Guadalupe. Tiene esta portada la novedad de un adorno de poco relieve en las jambas, que cerca de la basa forma dos róleos planiformes. Sin embargo, carece de los monogramas del dintel de la portada antes reseñada. Pero la imagen guadalupana, labrada también dentro de un óvalo, resulta no sólo desproporcionada, sino que el angelito ubicado a los píes de María ocupa demasiado espacio y con sus brazos parece formar una segunda luna, mientras el trazo de sus alas se encuentra tan desplazado hacia abajo que pareciera perder su sentido y convertirse en una especie de adorno o tarja en la parte inferior del relieve. Esta portada fue posiblemente en su origen tan angosta como la de la plaza Hidalgo, sin embargo fue ensanchada hace unas décadas para permitir la entrada de automóviles, sin gran menoscabo de su valor.

Las capillas de los pueblos de la jurisdicción de Aculco debieron tener también abundantes imágenes de la Virgen de Guadalupe. De igual manera sus haciendas, como la de Arroyozarco. Lamentablemente de esta capilla fue robada hace algunos años una imagen guadalaupana junto con un San Martín. Posiblemente era la misma que mencionan los inventarios de esta propiedad levantados en 1767: "en el corredor de la casa [...] una imagen de la Virgen de Guadalupe".

Pero hubo una fecha verdaderamente inolvidable para los pobladores de Aculco, el 5 de noviembre de 1810, cuando no sabemos si con alegría o temor, pero sí seguramente con enorme sorpresa, vieron entrar el estandarte de la Virgen de Guadalupe conducido al frente de los 40 mil hombres de las tropas insurgentes de Miguel Hidalgo. No era, por cierto, la única imagen guadalupana llevada como bandera por los rebeldes: los soldados de Allende llevaban dos más, casi idénticas, con la imagen de la Virgen de Guadalupe en el anverso. La llamada "bandera de Aculco", que pudo haber sido confeccionada en este mismo pueblo, tenía también bordada en una de sus caras a la Virgen del Tepeyac. Tras la batalla librada dos días después, desastrosa para los insurgentes, el brigadier Calleja dio cuenta de siete banderas capturadas en el enfrentamiento, dos de ellas guadalupanas, y más tarde se le envió una más hallada en el campo. Entre esas banderas se cree que estuvo el estandarte principal, tomado por el cura de Dolores en el santuario de Atotonilco, y probablemente también la mencionada "bandera de Aculco".

Posiblemente también, aunque oculta a la vista de todos, otra Virgen de Guadalupe estuvo presente en el encuentro entre insurgentes y realistas: la pequeña imagen que en una bolsita llevaba colgada al pecho Miguel Hidalgo, que se le halló tras su ejecución en Chihuahua el 30 de julio de 1811. Aunque es seguro que la portaba, no se sabe con certeza si es alguna de las que actualmente se tienen como reliquia del héroe.

Un detalle singular relacionado con esta batalla: uno de los clérigos apresados en Aculco, el presbítero insurgente José María Gastañeta y Escalada, compuso en 1813, estando preso en el Convento de la Cruz de Querétaro, la Salve a la Virgen de Guadalupe, para ser cantada por los presos de la cárcel de aquella ciudad. Esta composición reza así:

Guadalupana, salve; / salve, Virgen excelsa, / que del Divino Verbo / sois madre verdadera.

A Juan Diego dijisteis / que, como madre tierna, / nos contituía objetos / vuestra piedad inmensa.

Por eso los indianos / en la presente guerra / vuestro poder invocan, / vuestros cultos aumentan.

Escuchad compasiva / sus ayes y sus quejas, / pues sois su protectora / liberal, fiel, discreta.

Humildes os pedimos / que una paz duradera / selle gloriosamente / vuestra dulce clemencia.

Romped, Reina adorable, / romped nuestras cadenas, / y enjugad nuestros ojos / con amorosa diestra.

Al Padre siempre damos, / al Hijo ¡oh Madre tierna! / y al Espíritu Santo / alabanzas eternas (5)

Ya más avanzado el siglo XIX, ocurrió en tierras de la hacienda de Arroyozarco -aunque no en las pertenecientes a la jurisdicción de Aculco, sino de Jilotepec- un suceso guadalupano que se tomó por milagroso, cuando en una piedra apareció grabada la imagen de la Virgen. Tal como se refiere ahora el acontecimiento, las cosas ocurrieron así:

La historia de esta imagen se remonta a los últimos días de abril o los primeros de mayo de 1868, cuando ya están sembrada las tierras y comienza a brotar la simiente: un jornalero de nombre Juan Nolasco, a sueldo de un Sr. D. Carlos, vecino de Canalejas, se ocupaba en cerrar los portillos de una cerca de piedra de un terreno sembrado en un rancho de la hacienda de Arroyozarco, que rentaba dicho Don Carlos, para evitar que entraran los animales y destrozaran las plantas nacientes; (así es que) en una de tantas veces cogió una piedra de las muchas que había tiradas, no se sabe si ya tomó una rota o si para mejor acomodo la rompió en pedazos, el caso es que al revolverla entre sus manos vio la manchita con la imagen de la virgen de Guadalupe...(6)

La imagen comenzó a recibir una gran veneración y a fines del siglo XIX comenzó a construírsele en la cima del cerro de Canalejas un bellísimo santuario de estilo entre neorománico y neogótico, donde se le rinde culto bajo la interesante advocación de la "Virgen de la Piedrita".

Finalmente, sólo agregaremos a este texto que la difusión de la devoción a la Virgen de Guadalupe se hizo ya tan universal en el México Independiente, que es rara la iglesia, capilla o catedral católica que no le tenga reservado un lugar especial. Muchas de ellas antiguas, otras tantas modernas, situadas en capillas o veneradas en casas particulares, sería imposible ennumerar las imágenes de Nuestra Señora de Guadalupe que existen a lo largo del territorio municipal de Aculco. Aquí sólo hemos querido dar cuenta de algunas de ellas, las artística o históricamente más significativas. Queda para el lector viajero hallar las otras, aunque le daremos todavía, en las siguientes fotografías, algunas pistas.

Referencias

1. María del Rosario Guadalupe Lima Jiménez. La Génesis del culto guadalupano en la ciudad de México, vista a través de los sermones del siglo XVIII, Tesis de maestría en Historia de México, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM, México, 2000, p. 40-81.

2. Carlos Herrejón Peredo. Del sermón al discurso cívico: México, 1760-1834, México, El Colegio de Michoacán / El Colegio de México, 2003, p. 153.

3. David A. Brading. Mexican Phoenix: Our Lady of Guadalupe: Image and Tradition Across Five Centuries, Cambridge University Press, 2002, p. 132-133.

4. Elisa Vargas Lugo. "La vicaría de Aculco", en Anales del Instituto de INvestigaciones Estéticas, núm. 22, vol. VI, 1954, p. 103.

5. Justo Sierra (director), Antología del Centenario, Primera Parte, Tomo II, México, UNAM, 1985, p. 274.

6. Efraín Noguez Noguez, Canalejas, un enfoque histórico y antropológico, Canalejas, Jilotepec, edición del autor, 2006.

martes, 5 de noviembre de 2013

El padre Tomás García Basurto

Casi nada sabría en realidad del clérigo aculquense don Tomás García si no fuera por el Arq. Édgar Serrano Pérez, Cronista Municipal de Acambay, quien en los pocos meses que tengo de conocerlo no sólo me ha permitido profundizar un poco en la vida de este admirable sacerdote, sino que me ha permitido también conocer una de las fotografías más interesantes y más valiosas históricamente que existen de Aculco, que ya tendremos oportunidad de reseñar en otra ocasión.

¿Quién fue, pues, el padre Tomás García Basurto?

Tomás Crescencio de Jesús, de calidad español, fue bautizado en el pueblo de Aculco por el bachiller Pablo García, el 31 de diciembre de 1814, siendo hijo de don José Gabriel García y de doña Verónica Basurto. Fueron sus padrinos don José Gregorio Basurto y su esposa doña Josefa Sánchez. Aunque no está claro el día preciso de su nacimiento, su nombre nos da algunas pistas, pues pudo ser llamado así por devoción a Santo Tomás Becket, cuyo martirio se conmemora el 29 de diciembre.

Además de provenir por línea materna de la familia Basurto, una de las más importantes en la región en el siglo XIX -y que se caracterizó además por dar a la Iglesia numerosos sacerdotes, misioneros, religiosos y religiosas (como se puede leer en este mismo blog en el texto Los cuatro padres Basurto)-, Tomás emparentó políticamente con otra de las grandes familias de la región: los Polo. Fue precisamente José Felipe Polo, hijo del coronel insurgente José Rafael Polo Legorreta (epónimo del vecino municipio de Polotitlán, que formó hasta 1852 parte de la jurisdicción de Aculco) quien contrajo matrimonio con María Tiburcia García Basurto, hermana del futuro sacerdote, el 19 de abril de 1830.

A diferencia de varios otros de sus parientes Basurto, la carrera clerical del padre Tomás García no debió sobresalir en lo que respecta a cargos y prebendas (sabemos que pasó como sacerdote adscrito por Nopala y su natal Aculco, a donde llegó en 1852 [AGN, Bienes Nacionales, vol. 1524, exp. 145] antes de pasar a Acambay), ni debe haber tenido bajo su responsabilidad parroquias de gran importancia. Más bien debió ser siempre un humilde sacerdote de pueblo, amado de sus feligreses y con virtudes que sólo se le reconocían en el limitado ámbito de su jurisdicción parroquial. Así es precisamente como se le recuerda todavía en Acambay: un sacerdote recto, que permaneció por largos años al frente del templo de esa población (el antiguo, que cayó con el terremoto de 1912), entre las décadas de 1850 y 1870, humilde y cercano con los pobres, reconocido por su obra apostólica y con fama de santo. A este pueblo de Acambay parece haber llegado hacia 1852, cuando solicitó su cambio de adscripción desde la parroquia de Nopala, hoy estado de Hidalgo (AGN, Bienes Nacionales, vol. 1524, exp. 145).

Empero, la vida de don Tomás García no fue tan pacífica como seguramente hubiera deseado. Por ejemplo, hacia 1860, en el contexto de la aplicación de la Ley de Desamortización de bienes de la Iglesia y de las corporaciones, promulgada en 1856, los indígenas del poblado acambayense de Dongú decidieron rebelarse en contra del ordenamiento, pues amenazaba no sólo su vida tradicional ligada al trabajo comunal de las tierras propias del pueblo, sino incluso su pérdida pues (como sucedería en efecto más de treinta años después) la falta de documentos, mercedes de tierras, títulos primordiales o composiciones de tierras los dejaba sin protección frente a pueblos y haciendas vecinos que podrían apropiarse fácilmente de sus terrenos. La rebelión fue enfrentada por las tropas federales con constantes incursiones a la zona. Debido a que ambas facciones hicieron intentos por capturar al padre Tomás García, éste se vio obligado a "venirme a Aculco, población más inmediata a Acambay y en donde por ahora puedo estar con menos riesgos, quedando el padre don Juan de Dios Garfias al cuidado de aquella parroquia", como informó al Arzobispo el 26 de mayo de 1860. En respuesta del 13 de junio siguiente, el secretario del prelado le respondió que "enterado y que estando tan inmediato a Aculco el pueblo de Acambay, debe el señor cura cuidar desde allí cuanto le sea posible a su parroquia y atender a sus feligreses y que luego que lo permitan las circunstancias, regrese a su curato" (AGN, Bienes nacionales, legajo 1828, expediente 1, caja 1a).

Pero hubo todavía un momento más en que la vida de don Tomás se cruzó con uno de los episodios violentos más recordados en esta región del estado de México: la captura y muerte del famoso bandolero y guerrillero conservador de origen español Lindoro Cajigas, responsable del secuestro de Melchor Ocampo y de su entrega a las fuerzas conservadoras que lo ejecutaron.

A quien quiera conocer un poco más de Cajigas, lo remitimos a al libro Arroyozarco, puerta de Tierra Adentro, en el que consigné algunas de las versiones de su aprehensión en Acambay que concluyó con su ahorcamiento en uno de los grandes fresnos de su plaza central y el cercenamiento de su cabeza, enviada según el relato más convincente a Arroyozarco (hacienda de la que había sido administrador) o según el mito al propio Benito Juárez. De la obra mencionada solamente extraeré los párrafos que se refieren a la participación del padre García en estos hechos, en diciembre de 1861:

Lindoro, que tenía un antiguo amor en Arroyo Zarco, pretendía aún a la fuerza conseguir la atención de la dama en cuestión, llamada Jesusa Lezama, quien para esas fecha correspondía a un señor de Acambay llamado Jesús Serrano. Por tal motivo, Cajiga y Serrano no podían verse y sus encuentros eran sangrientos, al grado de que Cajiga tenía amenazado de muerte a Serrano. Llegó el día del encuentro entre ambos y Cajiga hizo prisionero a Serrano disponiéndose a colgarlo de un fresno del jardín del pueblo. Pero el párroco del lugar, Tomás García, se interpuso entre los dos rogándole a Lindoro por la vida de Serrano, a lo que Cajiga respondió: "Quítese, padrecito que si el mismo Dios de los cielos me viene a pedir que no lo mate, ¡lo mato! Esta vida me pertenece. Sin embargo, para desgracia de Lindoro, venía entrando a la población "El Zancarrón", que había sido puesto en alerta y auxiliado por el pelotón de soldados de Atlacomulco. Capturaron a Lindoro, quien había suspendido la ejecución de Serrano corriendo a esconderse en un arroyo. Lindoro fue fusilado y su cadáver se colgó en el mismo árbol y con la misma soga que había preparado para su víctima y, una vez degollado, su cabeza fue lavada en "la pila" para ser entregada a Juárez.

Fuente: Serrano Pérez, Edgar A. Acambay: monografía municipal, Toluca, Gobierno del Estado de México, 1999, p. 68.

Así, interponiéndose entre Lindoro Cajigas y Jesús Serrano, el padre Tomás García Basurto logró salvar la vida de este último, gracias también -por supuesto- a la llegada oportuna de las tropas del ejército liberal.

Todavía permaneció don Tomas como párroco de Acambay por muchos años, hasta 1874 en que la dejó a cargo de su último vicario, el padre José Eustaquio García. Dos años después, cuando se encontraba en la queretana de San Juan del Río posiblemente visitando a sus familiares Basurto que prosperaban en aquella ciudad, el padre García falleció a los 61 años. Aunque incluimos aquí una imagen de su acta civil de defunción, ofrecemos a los lectores una transcripción por lo difícil de su lectura:

Presbítero Tomás García.

En la ciudad de san Juan del Río a las diez de la mañana del 30, treinta de julio de 1876, mil ochocientos setenta y seis, se presentó ante el C. Juez que suscribe el C. Pedro García de 56, cincuenta y seis años, labrador, casado, originario de Aculco y vecino del pueblo de Acambay y de paso por ésta en de calle Nacional de Pueblo Nuevo casa sin señal y dijo: que ayer a las 12, doce y cuarto de la noche en dicha casa falleció de derrame de bilis su hermano legítimo presbítero Tomás García de 61, de sesenta y un años de edad, sacerdote del culto católico, originario que fue también de Aculco, soltero e hijo de los finados Gabriel García y Verónica Basurto. Presentó por testigos de este actoa los CC. Lic. Nicolás Basurto de 36, treinta y seis años, y Pascual Basurto de 36, treinta y seis años, comerciantes, ambos casados, originarios de Aculco y vecinos de esta ciudad el primero de la Calle Nacional del Sacromonte, casa número 164, ciento sesenta y cuatro, y el segundo de la del Rastro, casa número 1, uno. Se dio lectura a la presente así como a los artículos que previene la ley general y a los de la reglamentaria del Estado y terminó este acto que firmaron con los CC. Juez y Secretario = Doy fe=

Pedro García (rúbrica)

Vicente Perusquía (Rúbrica)

Nicolás Basurto (rúbrica)

Jesús M. Alcántara (rúbrica)

Pascual Basurto (rúbrica)

[Al margen]

1052. Mil cincuenta y dos. Traslado de el cadáver a Acambay, pueblo del Distrito de Jilotepec, cuyo permiso fue emitido por el Gobierno del Estado por oficio relativo de la Oficina central del Estado. Pagó 25, veinticinco pesos.- Memoria .- 1 un peso.- Derrame de bilis.- ¿anciano S? .- de indígena.- 2a. Segunda Clase.

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El 2 dos de agosto del presente año a las 11 once de la mañana fue inhumado en el panteón del pueblo de Acambay.

En memoria del padre Tomás García Basurto, una calle principal de Acambay lleva hoy su nombre.

ACTUALIZACIÓN, 27 DE MARZO DE 2017

En la página de Facebook "Acambay, la casa del cronista", Édgar Serrano recoge una hermosa leyenda relacionada con el padre Garcia Basurto, que transcribo aquí de manera textual para disfrute de los lectores:

BILOCACIÓN

Mucho se ha dicho sobre el padre aculquense don Tomas García Basurto quien fue párroco de Acambay durante la difícil época de la Reforma y de quien se conserva entre otras, una leyenda que dice… El padre Tomas fue muy amado en Acambay y sus pueblos, ya que era un incansable sacerdote, humano y defensor de la población indígena, espiritual humilde de corazón y generoso para dar, fiel a su vocación atendía misas, caridad, a enfermos y moribundos y representaba el consejo, la sapiencia y la esperanza para muchos. Es aquí en donde entra la leyenda; se dice que por el gran amor a Dios que tenía poco descansaba tratando de atender a todos sus feligreses, casi no dormía ni comía por atender los asuntos de la iglesia y parecía no necesitarlo y ya muchos en ese tiempo decían que era un santo en vida. La cuestión es que en una ocasión muy de madrugada, vino gente de Tixmadeje buscando al párroco para que atendiera a un moribundo y el padre aceptó y se comprometió a ir sin embargo le pidió a los familiares que se adelantaran y él los alcanzaría inmediatamente... Pues resulta que después se platicó entre la gente, que el padre Tomas estaba dando los últimos auxilios a un moribundo en Tixmadeje, quien por cierto se salvó de morir y los de Acambay decían !No! el padre Tomas estaba aquí a esa hora oficiando la misa!... Y así la población empezó a conocer que el padre Tomas estaba en dos lugares al mismo tiempo (milagro de bilocación, como fue el caso de varios santos) por lo que los Acambayenses lo proclamaban Santo en vida. Antes de fallecer el padre Tomas pide que sea sepultado en el panteón de Acambay y así le fue concedido, solo que no se conoce el sitio pues el terremoto de 1912 redujo la iglesia a escombros y a poco desapareció el panteón.