martes, 5 de noviembre de 2013

El padre Tomás García Basurto

Casi nada sabría en realidad del clérigo aculquense don Tomás García si no fuera por el Arq. Édgar Serrano Pérez, Cronista Municipal de Acambay, quien en los pocos meses que tengo de conocerlo no sólo me ha permitido profundizar un poco en la vida de este admirable sacerdote, sino que me ha permitido también conocer una de las fotografías más interesantes y más valiosas históricamente que existen de Aculco, que ya tendremos oportunidad de reseñar en otra ocasión.

¿Quién fue, pues, el padre Tomás García Basurto?

Tomás Crescencio de Jesús, de calidad español, fue bautizado en el pueblo de Aculco por el bachiller Pablo García, el 31 de diciembre de 1814, siendo hijo de don José Gabriel García y de doña Verónica Basurto. Fueron sus padrinos don José Gregorio Basurto y su esposa doña Josefa Sánchez. Aunque no está claro el día preciso de su nacimiento, su nombre nos da algunas pistas, pues pudo ser llamado así por devoción a Santo Tomás Becket, cuyo martirio se conmemora el 29 de diciembre.

Además de provenir por línea materna de la familia Basurto, una de las más importantes en la región en el siglo XIX -y que se caracterizó además por dar a la Iglesia numerosos sacerdotes, misioneros, religiosos y religiosas (como se puede leer en este mismo blog en el texto Los cuatro padres Basurto)-, Tomás emparentó políticamente con otra de las grandes familias de la región: los Polo. Fue precisamente José Felipe Polo, hijo del coronel insurgente José Rafael Polo Legorreta (epónimo del vecino municipio de Polotitlán, que formó hasta 1852 parte de la jurisdicción de Aculco) quien contrajo matrimonio con María Tiburcia García Basurto, hermana del futuro sacerdote, el 19 de abril de 1830.

A diferencia de varios otros de sus parientes Basurto, la carrera clerical del padre Tomás García no debió sobresalir en lo que respecta a cargos y prebendas (sabemos que pasó como sacerdote adscrito por Nopala y su natal Aculco, a donde llegó en 1852 [AGN, Bienes Nacionales, vol. 1524, exp. 145] antes de pasar a Acambay), ni debe haber tenido bajo su responsabilidad parroquias de gran importancia. Más bien debió ser siempre un humilde sacerdote de pueblo, amado de sus feligreses y con virtudes que sólo se le reconocían en el limitado ámbito de su jurisdicción parroquial. Así es precisamente como se le recuerda todavía en Acambay: un sacerdote recto, que permaneció por largos años al frente del templo de esa población (el antiguo, que cayó con el terremoto de 1912), entre las décadas de 1850 y 1870, humilde y cercano con los pobres, reconocido por su obra apostólica y con fama de santo. A este pueblo de Acambay parece haber llegado hacia 1852, cuando solicitó su cambio de adscripción desde la parroquia de Nopala, hoy estado de Hidalgo (AGN, Bienes Nacionales, vol. 1524, exp. 145).

Empero, la vida de don Tomás García no fue tan pacífica como seguramente hubiera deseado. Por ejemplo, hacia 1860, en el contexto de la aplicación de la Ley de Desamortización de bienes de la Iglesia y de las corporaciones, promulgada en 1856, los indígenas del poblado acambayense de Dongú decidieron rebelarse en contra del ordenamiento, pues amenazaba no sólo su vida tradicional ligada al trabajo comunal de las tierras propias del pueblo, sino incluso su pérdida pues (como sucedería en efecto más de treinta años después) la falta de documentos, mercedes de tierras, títulos primordiales o composiciones de tierras los dejaba sin protección frente a pueblos y haciendas vecinos que podrían apropiarse fácilmente de sus terrenos. La rebelión fue enfrentada por las tropas federales con constantes incursiones a la zona. Debido a que ambas facciones hicieron intentos por capturar al padre Tomás García, éste se vio obligado a "venirme a Aculco, población más inmediata a Acambay y en donde por ahora puedo estar con menos riesgos, quedando el padre don Juan de Dios Garfias al cuidado de aquella parroquia", como informó al Arzobispo el 26 de mayo de 1860. En respuesta del 13 de junio siguiente, el secretario del prelado le respondió que "enterado y que estando tan inmediato a Aculco el pueblo de Acambay, debe el señor cura cuidar desde allí cuanto le sea posible a su parroquia y atender a sus feligreses y que luego que lo permitan las circunstancias, regrese a su curato" (AGN, Bienes nacionales, legajo 1828, expediente 1, caja 1a).

Pero hubo todavía un momento más en que la vida de don Tomás se cruzó con uno de los episodios violentos más recordados en esta región del estado de México: la captura y muerte del famoso bandolero y guerrillero conservador de origen español Lindoro Cajigas, responsable del secuestro de Melchor Ocampo y de su entrega a las fuerzas conservadoras que lo ejecutaron.

A quien quiera conocer un poco más de Cajigas, lo remitimos a al libro Arroyozarco, puerta de Tierra Adentro, en el que consigné algunas de las versiones de su aprehensión en Acambay que concluyó con su ahorcamiento en uno de los grandes fresnos de su plaza central y el cercenamiento de su cabeza, enviada según el relato más convincente a Arroyozarco (hacienda de la que había sido administrador) o según el mito al propio Benito Juárez. De la obra mencionada solamente extraeré los párrafos que se refieren a la participación del padre García en estos hechos, en diciembre de 1861:

Lindoro, que tenía un antiguo amor en Arroyo Zarco, pretendía aún a la fuerza conseguir la atención de la dama en cuestión, llamada Jesusa Lezama, quien para esas fecha correspondía a un señor de Acambay llamado Jesús Serrano. Por tal motivo, Cajiga y Serrano no podían verse y sus encuentros eran sangrientos, al grado de que Cajiga tenía amenazado de muerte a Serrano. Llegó el día del encuentro entre ambos y Cajiga hizo prisionero a Serrano disponiéndose a colgarlo de un fresno del jardín del pueblo. Pero el párroco del lugar, Tomás García, se interpuso entre los dos rogándole a Lindoro por la vida de Serrano, a lo que Cajiga respondió: "Quítese, padrecito que si el mismo Dios de los cielos me viene a pedir que no lo mate, ¡lo mato! Esta vida me pertenece. Sin embargo, para desgracia de Lindoro, venía entrando a la población "El Zancarrón", que había sido puesto en alerta y auxiliado por el pelotón de soldados de Atlacomulco. Capturaron a Lindoro, quien había suspendido la ejecución de Serrano corriendo a esconderse en un arroyo. Lindoro fue fusilado y su cadáver se colgó en el mismo árbol y con la misma soga que había preparado para su víctima y, una vez degollado, su cabeza fue lavada en "la pila" para ser entregada a Juárez.

Fuente: Serrano Pérez, Edgar A. Acambay: monografía municipal, Toluca, Gobierno del Estado de México, 1999, p. 68.

Así, interponiéndose entre Lindoro Cajigas y Jesús Serrano, el padre Tomás García Basurto logró salvar la vida de este último, gracias también -por supuesto- a la llegada oportuna de las tropas del ejército liberal.

Todavía permaneció don Tomas como párroco de Acambay por muchos años, hasta 1874 en que la dejó a cargo de su último vicario, el padre José Eustaquio García. Dos años después, cuando se encontraba en la queretana de San Juan del Río posiblemente visitando a sus familiares Basurto que prosperaban en aquella ciudad, el padre García falleció a los 61 años. Aunque incluimos aquí una imagen de su acta civil de defunción, ofrecemos a los lectores una transcripción por lo difícil de su lectura:

Presbítero Tomás García.

En la ciudad de san Juan del Río a las diez de la mañana del 30, treinta de julio de 1876, mil ochocientos setenta y seis, se presentó ante el C. Juez que suscribe el C. Pedro García de 56, cincuenta y seis años, labrador, casado, originario de Aculco y vecino del pueblo de Acambay y de paso por ésta en de calle Nacional de Pueblo Nuevo casa sin señal y dijo: que ayer a las 12, doce y cuarto de la noche en dicha casa falleció de derrame de bilis su hermano legítimo presbítero Tomás García de 61, de sesenta y un años de edad, sacerdote del culto católico, originario que fue también de Aculco, soltero e hijo de los finados Gabriel García y Verónica Basurto. Presentó por testigos de este actoa los CC. Lic. Nicolás Basurto de 36, treinta y seis años, y Pascual Basurto de 36, treinta y seis años, comerciantes, ambos casados, originarios de Aculco y vecinos de esta ciudad el primero de la Calle Nacional del Sacromonte, casa número 164, ciento sesenta y cuatro, y el segundo de la del Rastro, casa número 1, uno. Se dio lectura a la presente así como a los artículos que previene la ley general y a los de la reglamentaria del Estado y terminó este acto que firmaron con los CC. Juez y Secretario = Doy fe=

Pedro García (rúbrica)

Vicente Perusquía (Rúbrica)

Nicolás Basurto (rúbrica)

Jesús M. Alcántara (rúbrica)

Pascual Basurto (rúbrica)

[Al margen]

1052. Mil cincuenta y dos. Traslado de el cadáver a Acambay, pueblo del Distrito de Jilotepec, cuyo permiso fue emitido por el Gobierno del Estado por oficio relativo de la Oficina central del Estado. Pagó 25, veinticinco pesos.- Memoria .- 1 un peso.- Derrame de bilis.- ¿anciano S? .- de indígena.- 2a. Segunda Clase.

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El 2 dos de agosto del presente año a las 11 once de la mañana fue inhumado en el panteón del pueblo de Acambay.

En memoria del padre Tomás García Basurto, una calle principal de Acambay lleva hoy su nombre.

ACTUALIZACIÓN, 27 DE MARZO DE 2017

En la página de Facebook "Acambay, la casa del cronista", Édgar Serrano recoge una hermosa leyenda relacionada con el padre Garcia Basurto, que transcribo aquí de manera textual para disfrute de los lectores:

BILOCACIÓN

Mucho se ha dicho sobre el padre aculquense don Tomas García Basurto quien fue párroco de Acambay durante la difícil época de la Reforma y de quien se conserva entre otras, una leyenda que dice… El padre Tomas fue muy amado en Acambay y sus pueblos, ya que era un incansable sacerdote, humano y defensor de la población indígena, espiritual humilde de corazón y generoso para dar, fiel a su vocación atendía misas, caridad, a enfermos y moribundos y representaba el consejo, la sapiencia y la esperanza para muchos. Es aquí en donde entra la leyenda; se dice que por el gran amor a Dios que tenía poco descansaba tratando de atender a todos sus feligreses, casi no dormía ni comía por atender los asuntos de la iglesia y parecía no necesitarlo y ya muchos en ese tiempo decían que era un santo en vida. La cuestión es que en una ocasión muy de madrugada, vino gente de Tixmadeje buscando al párroco para que atendiera a un moribundo y el padre aceptó y se comprometió a ir sin embargo le pidió a los familiares que se adelantaran y él los alcanzaría inmediatamente... Pues resulta que después se platicó entre la gente, que el padre Tomas estaba dando los últimos auxilios a un moribundo en Tixmadeje, quien por cierto se salvó de morir y los de Acambay decían !No! el padre Tomas estaba aquí a esa hora oficiando la misa!... Y así la población empezó a conocer que el padre Tomas estaba en dos lugares al mismo tiempo (milagro de bilocación, como fue el caso de varios santos) por lo que los Acambayenses lo proclamaban Santo en vida. Antes de fallecer el padre Tomas pide que sea sepultado en el panteón de Acambay y así le fue concedido, solo que no se conoce el sitio pues el terremoto de 1912 redujo la iglesia a escombros y a poco desapareció el panteón.