sábado, 10 de mayo de 2014

Un fallido Monumento a la Madre

A mediados del año de 1945, por iniciativa de don Mateo Espinosa -hermano de don Ignacio, el accionista del ingenio de San Cristóbal que se convertiría en epónimo de la cabecera municipal- se realizó una solemne ceremonia de colocación de la primera piedra de lo que habría de ser un Monumento a la Madre. El proyecto y estudio le habían costado, según palabras del propio don Mateo, entre 300 y 500 pesos, y los había realizado "el arquitecto Contreras". Quizá se refería Carlos Contreras, afamado urbanista que ya para esos años se había retirado del servicio público -en que se desempeñó brillantemente- y ejercía de forma privada.

La celebración del Día de las Madres había iniciado en nuestro país el 10 de mayo de 1921, por iniciativa del director del periódico Excélsior, Rafael Alducin, y tuvo una gran aceptación que se fue extendiendo paulatinamente desde la ciudad de México hacia todo el país. Años después, en 1944, bajo el gobierno del presidente Manuel Ávila Camacho, se decidió construir un Monumento a la Madre en la capital de la República, que sería inaugurado el 10 de mayo de 1949 por su sucesor, el presidente Miguel Alemán. Naturalmente, la iniciativa se replicó en muchas de las ciudades de México en aquella década y las siguientes; en el caso particular de Aculco, parece haber sido uno de los primeros esfuerzos, sobre todo tratándose de un municipio pequeño, por contar con un monumento de esta índole.

El punto escogido para el monumento se ubicaba en lado sur del atrio de la parroquia. Mas no a todos parecía aquél el mejor sitio para levantarlo. Ya en junio de ese mismo año don Napoleón Lara escribió a don Mateo Espinosa para comentarle el costado oriente de la Plaza de la Constitución podría ser un lugar más adecuado. Opinaba que no era conveniente edificar el monumento en lo que todavía entonces era un cementerio, entre lápidas, cruces y construcciones funerarias de todo tipo. La opinión del párroco Pbro. Emilio Reyes era la misma.

Con todo, don Mateo no cambió de opinión. Argumentó que, habiendo consultado con el arquitecto Contreras, creía mejor fincar en el atrio por haberse efectuado allí la ceremonia de colocación de la primera piedra y por ser un lugar donde podía tenérsele mayor respeto, veneración y cuidado a la construcción. Decía además que en la vía pública no faltarían “... irreverencias, muchachos traviesos y gentes sin escrúpulos y sin cultura que, saliéndose de los límites de la moral y del orden no guardarán el culto que merece una obra que debe considerarse como muy sagrada”. Proponía que en el lugar de la Plaza de la Constitución señalado por don Napoleón se levantara un monumento de carácter oficial, pues el sitio era más conveniente para esto.

Decidida así la realización del proyecto en el emplazamiento original, se convocó a un concurso público para seleccionar las palabras dedicadas a la Madre que habrían de grabarse en el monumento. Los premios ofrecidos eran, además del natural orgullo por haber propuesto la mejor frase, 50 pesos para el primer lugar y 20 para el segundo. Una carta anexa a la convocatoria, que fue enviada a todos los aculquenses residentes fuera del municipio, decía así:

México D.F. a 5 de Julio de 1945

Sr. N.

Apreciable conterráneo:

Habiéndose principiado a construir el monumento que se erigirá a la MADRE en el atrio de la Parroquia de nuestro querido Aculco, se ha convocado a los hijos de dicho pueblo existentes allí y a los radicados fuera, para que participen en el Concurso de la frase o pensamiento que deberá inscribirse en el pedestal de la estatua, grabado en bajo relieve y suscrito con el nombre de la persona que emita la mejor idea según el fallo del Jurado a que la misma convocatoria se refiere; me permito dirigirme a usted conociendo de antemano los dotes intelectuales, facilidad de palabras que posee, etc., invitándolo muy atentamente a tomar parte en este concurso, sujeto a las bases relativas a la convocatoria adjunta, esperando que gustoso acepte usted por tratarse de un motivo sublime sobre todos los demás. Por lo tanto, espero que con la debida anticipación remita usted su pensamiento a la siguiente dirección:

Sr. Pbro. Emilio Reyes M.

Aculco, Méx.

A fin de que sea recibida a tiempo de concursar antes de cerradas las inscripciones el día 31 de este mes de julio.

Doy a usted cumplidas gracias y me repito con respeto muy humilde servidor.

Mateo Espinosa.

Las obras comenzaron y para ello fue traída una buena cantidad de sillares antiguos de cantera naranja del molino de la hacienda de Arroyozarco. Se construyó con ellos una especie de podio o pedestal y por encima el desplante del monumento que, por lo poco que puede apreciarse en las escasas fotografías que quedaron de él, parece haber tenido planta triangular. Sin embargo, por razones que desconozco, el monumento no llegó a concluirse y sus sillares estuvieron abandonados en el atrio por casi una década. Luego, hacia 1955, fueron llevados a la Plaza de Toros Garrido-Varela, cuando se llevó a cabo la construcción del lienzo charro anexo a ella. Allí se les utilizó para levantar la barda que separaba la corraleta del partidero, y continúan en aquel lugar, aunque por la construcción de una segunda corraleta en 1985 ya no son visibles desde las tribunas. Los cimientos del Monumento a la Madre acabaron de desaparecer cuando los padres agustinos convirtieron el antiguo cementerio del atrio en jardín, hacia 1959.